La Reina Roja
“Para quedarte donde estás tienes que correr lo más rápido que puedas... y si quieres ir a otro sitio, deberás correr, por lo menos, dos veces más rápido”
Lewis Carroll
Hace tiempo leí La Reina Roja, un interesante libro del científico evolucionista Matt Ridley, en el que aborda una hipótesis según la cual, una adaptación continua es necesaria para que una especie se mantenga en forma respecto al entorno con el cual co-evoluciona.
En palabras que nos resultan familiares: la mejora continua permite a las diferentes especies de seres vivos mantener el equilibrio con su entorno, que también está evolucionando, con lo cual al final es muy difícil que una especie obtenga un beneficio especial porque todas se encuentran en constante transformación.
En particular, llama la atención su conclusión de que la competencia es inherente a nuestra naturaleza, está en nuestros genes y se manifiesta desde las expresiones más elementales de nuestra vida.
De acuerdo con Ridley, la batalla se ha extendido a lo largo de millones de años, expresándose en un proceso evolutivo resultado de la lucha de los individuos por la supervivencia.
En el mundo de los negocios, las empresas luchan también por su supervivencia y en esta lucha introducen innovaciones, algunas exitosas y otras no tanto, pero ninguna de ellas, por más exitosa que fuere, puede garantizar la supervivencia de largo plazo de la compañía, porque su entorno también evoluciona junto con ella. Las empresas jamás se pueden mantener estáticas, deben seguir siempre el consejo de la Reina Roja del cuento de Lewis Carroll: nunca dejes de correr.
Otra forma de ver esto es que los individuos y las organizaciones que no están sujetos a la competencia, no evolucionan, por esto es fundamental combatir los monopolios.
En múltiples ocasiones me he referido a mi convicción de que la competencia nos permite mejorar, tanto en lo personal como en los negocios. La competencia trae superación y progreso, personas mejor capacitadas y empresas en constante lucha por ofrecer mejores productos y servicios para prevalecer sobre sus competidores, y este proceso nunca termina -aunque así lo quisiéramos.
El texto de Ridley plantea que los seres humanos evolucionamos para solucionar problemas, por lo que la evolución como tal no es el fin, sino el medio para lograr nuestros objetivos. Los seres humanos prosperamos de acuerdo a nuestra habilidad para tomar decisiones y ejercitar nuestro talento individual.
Esta habilidad relacionada con el libre albedrío no es casual, sino que es un medio para satisfacer nuestras necesidades, para competir con otros seres humanos, para tratar con distintas adversidades y resolver problemas.
En el cuento de Lewis Carroll Alicia a través del espejo, la Reina Roja aconseja a Alicia que hay que correr tan rápido como se pueda para permanecer en el mismo sitio, porque todo en el país también se mueve. Si queremos llegar a otro lugar, hay que correr por lo menos dos veces más rápido. De ahí la exigencia de redoblar el esfuerzo para superar a nuestros competidores y aun cuando lo logremos no podemos conformarnos.
Ahora bien, no todo es competencia. El autor cita al biólogo evolutivo William Donald Hamilton, quien planteó la idea de que en la evolución también hay cabida para la cooperación y el altruismo animal. La vasta capacidad humana para el altruismo y la generosidad es tan natural como el egoísmo.
Pero si la reciprocidad es la clave de la cooperación humana, la libre competencia también es inevitable. Según el libro, un gigantesco experimento llamado comunismo en un laboratorio llamado la Unión Soviética, es la prueba de que cualquier empresa humana, si no se expone al fuego de la competencia, está destinada al fracaso.
Por ello me sorprende aún más que todavía existan políticos que nos quieren hacer creer que es posible abolir por decreto las fuerzas competitivas. No podemos luchar en contra de nuestra propia naturaleza.
Ridley concluye: “Por años las políticas occidentales han tenido el reto de encontrar el correcto balance entre cooperación y competencia”, y cita al biólogo Egbert Leigh: “La inteligencia humana todavía tiene que diseñar una sociedad donde la libre competencia entre sus miembros trabaje por el bien de todos”. En esta tarea nos encontramos.
www.ricardosalinas.com / @RicardoBSalinas