La Primavera manda señales de humo...
¿Por qué en Guadalajara hay cinco millones de habitantes que deben acostumbrarse a que, año con año, la ciudad se llene de humo?
Por negligencia. Por ineptitud. Por irresponsabilidad.
Desde hace dos sexenios, el Gobierno federal garantizó que pondría toda su atención en el Bosque La Primavera. Después de que, en abril de 2012, ocho mil hectáreas (más de una cuarta parte) de esa reserva forestal se incendiaran, el entonces presidente Felipe Calderón giró instrucciones a cuanto secretario todavía le hacía caso y anunció un “extraordinario” fondo de 35 millones de pesos para restaurar ese espacio.
Para decirlo con todas sus letras: intervenir La Primavera con 35 millones de pesos con el propósito de restaurar y conservar 30 mil 500 hectáreas de terreno forestal, ha sido una de las peores bromas negras que legó el último gobierno panista en México.
Durante una reunión pública, Calderón le pidió a su secretario de Medio Ambiente, Rafael Elvira Quezada, que le explicara cómo exactamente se intervendría el Bosque. Éste comenzó a parlotear, a arrojar términos raros y tecnicismos, y el presidente lo calló. Le ordenó que fuera directo. Elvira Quezada trastabilló y sólo dijo que haría respetar la Ley de Desarrollo Forestal, que impide el cambio de uso de suelo de un terreno quemado hasta que pasen 20 años.
Luego, la vieja confiable: una mega estrategia de reforestación durante el temporal y que el clima se haga cargo de reverdecer esas hectáreas quemadas.
Para no quedarse atrás, el Gobierno de Jalisco, el de Emilio González Márquez, se sumó al discurso y prometió un proyecto “innovador”: Cámaras de videovigilancia de primerísimo primer nivel que se anticiparan a cualquier pirómano y le enviaran a la Policía, a la FGR, al FBI, a la Interpol y hasta al Papa, antes de que lograra arrojar una bachicha de cigarro adentro de La Primavera.
Las cámaras, por supuesto, se facturaron con seis ceros (un millón 600 mil pesos) por parte de ambos gobiernos. Y, por supuesto, se convirtieron en otra broma de mal gusto, pues al final ni eran térmicas, ni eran muchas, ni sirvieron.
El “sistema” constó de sólo un equipo con dos cámaras que ni pudieron echarse a andar. Nueve años después, de plano el Gobierno de Enrique Alfaro reconoció que no sabía qué pasó con esas cámaras: con la gran estrategia para evitar que Guadalajara se llenara de ceniza, humo y gente en los hospitales cada vez que hay un incendio en La Primavera.
Así, la “tragedia ambiental” que declaró el ex presidente Calderón se quedó en mucho lamento en lo público y una gran tomada de pelo en lo privado.
Hoy hay tres torres en los puntos más altos del Bosque, la videovigilancia corre a cargo de brigadistas que evidentemente deben rotar turnos y de una lentísima cámara que demora lo mismo que un informe de gobierno genérico en girar 360 grados.
Esta crisis anual de cenizas, que ya hay políticos que normalizaron como la “temporada de incendios”, es el colofón de la tragedia ambiental en el Bosque La Primavera que Calderón bautizó, que todos quienes le siguieron juraron combatir y que, citando al gobernador Enrique Alfaro, año con año nos manda señales de humo, pues se queja por la ineptitud y la irresponsabilidad de los gobiernos.