La Oración en la Vida
Es verdad que en estos temas de reflexión muy pocas veces tocamos temas definidamente religiosos, pero últimamente me ha estado haciendo ruido el hecho de que, en las conversaciones con distintas y muy diferentes personas, el tema de la Oración es altamente redundante, seguramente porque hoy se siente más y más fuerte la necesidad de elevar el corazón al cielo y hablar de tú a tú con Dios.
Por tal motivo hoy te invito a reflexionar un poco acerca de este tema tan personal y tan íntimo como es “la oración”.
Indiscutiblemente éste es un asunto de “dos”. Es una comunicación de relación íntima con una Persona divina: Es el Creador con su creatura. Es el Padre con su hijo.
Nos equivocamos si creemos que la oración es algo individualista y humano, como si dependiera únicamente del yo de cada uno. Olvidamos que el interlocutor principal es precisamente Dios
Es preciso recordar que todo don proviene como regalo de Dios ¿Cómo podríamos lograr un don así con nuestro propio esfuerzo?
“Si el Señor no edifica la casa, en vano se fatigan los que la construyen” –dice el salmista. Y Jesús insiste: “Sin mí, nada pueden hacer”
Lo importante y necesario es cultivar en el propio ser esa actitud favorable para escuchar la voz divina. El método, las frases insistentemente repetidas son para crear en nuestro corazón esa disposición interna en la cual, como surco abierto, el Creador dejará caer la semilla que germinará y dará frutos de oración.
Hay quienes afirman que una sola experiencia de oración, basta para transformar la vida. Cuando Dios se hace presente, toda la persona se transforma, palpa la grandeza de la existencia, percibe el infinito abierto y prueba una liberación plena.
Cuando se ha vivido un encuentro con Dios Él se hace presente y se comunica. Por consecuencia, toda oración auténtica tendrá el brillo de ese encuentro.
Pero cuando las propias condiciones 3mocionales o psicológicas llevan a vivir momentos de abstracción, a menudo, lo que se cree oración es tan sólo un monólogo egoísta.
Pero el hecho de insistir en que la oración es asunto de “dos” y principalmente de Dios, nos lleva a pedir insistentemente al Señor que venga y nosotros dé la incomparable gracia de a aprender a orar: “Señor, enséñanos a orar”, pedían los Apóstoles a Jesús.
Si repetimos insistentemente estas palabras, sin duda Él nos escuchará: porque el mismo Jesús así lo dice: “El que pide recibe, el que busca halla, y al que llama se le abrirá”.
Y ¿la Oración a la Virgen María y a los Santos?
Son cosas diferentes: toda Oración Verdadera, va dirigida al Padre, por medio de su Hijo Jesucristo. Y a él siempre lo encontramos en brazos de su Madre, que también nos la legó como madre nuestra.
A los santos los invocamos como ejemplos e intercesores, para que nos motiven y ayuden a encontrar el camino de la Oración. Recordando que Dios es la meta suprema. El único que merece todo nuestro amor y el único que hace milagros; aunque sin duda, también escucha a los intermediarios.
No hay que desanimarnos, especialmente en momentos difíciles en que el panorama se presenta nebuloso. También podríamos recordar aquello de: “Si te encuentras solo y triste, si no tienes a nadie que te ayude, acuérdate de Dios, Él es tu amigo”.
A veces son los momentos difíciles los más propicios para que la oración brote de lo más hondo del corazón y rompa las barreras.
En fin, ¿podrías decirme si te gustó el tema o si podemos puntualizar o ampliar algún aspecto? Te lo agradezco desde ya.