La Iglesia rusa
El cristianismo penetró en Rusia a través de Ucrania, data su nacimiento con el bautismo del rey de la Rus, ocurrido en Crimea, el año 988. Los misioneros provinieron siempre del patriarcado griego de Bizancio. La invasión mongola hizo que el patriarca moviera su sede de Kiev a Vladimir, cerca de Moscú, en 1299, y a la misma Moscú en 1325. En 1448 la cristiandad rusa se separó de la bizantina. Un nuevo cisma interior se produjo en 1652 en protesta por las reformas del patriarca Nikon, y otro más en 1927, contra la postura del patriarca Sergio 1º. En todas estas fechas y acontecimientos estuvo presente la mano poderosa del Estado que actúo como el supremo dictador en los asuntos eclesiásticos de Rusia, manipulando a su antojo a los patriarcas.
El cisma de 1652 dio origen a “los cristianos viejos”, que no aceptaron las reformas del patriarca Nikon ni la desmedida intromisión del estado en los asuntos de la Iglesia. El cisma de 1927 se produjo entre los cristianos rusos en el exilio que desconocieron al patriarca Sergio 1º, por su abierta sumisión al gobierno soviético, lo cual llevó a que las comunidades establecidas fuera de la Unión Soviética se declararan autónomas; este cisma no se solucionó sino recientemente, en el año 2007, paradójicamente bajo la presencia de Putin.
Para mejor entender estos hechos hay que recordar que toda la cristiandad podría dividirse en dos sectores, por un lado, la cristiandad que acepta someterse al Estado, permitiendo por tanto a reyes, emperadores, zares, dictadores o presidentes controlar la vida religiosa, legitimar, manejar, poner y quitar a sus líderes, y dar al poder político el derecho de decidir sobre las actividades religiosas. Por el otro lado está la cristiandad que, sin oponerse al estado en lo que legalmente le corresponde, es decir, la organización de la vida secular, no le permite entrometerse en lo que atañe a su vida religiosa pública y privada, y mucho menos decidir quiénes deban dirigir a la Iglesia, o qué deban sus ministros predicar u omitir.
El cristianismo católico se ha distinguido históricamente por mantener su autonomía religiosa frente al Estado, mientras que el cristianismo griego y ruso, al igual que las comunidades protestantes, se han distinguido por su total sumisión al Estado, así sea éste musulmán o ateo, como fue el caso del imperio otomano, cuyos sultanes elegían a los patriarcas, o en el caso de la extinta Unión Soviética, régimen oficialmente ateo.
Esta actitud de dignidad y autonomía del catolicismo frente al Estado no ha sido desde luego pura y permanente, y al estado le ha costado igualmente mucho trabajo aceptar la libertad y autonomía de la Iglesia, pero por lo menos en teoría, la catolicidad ha sostenido esta clara distinción entre la esfera política y la eclesiástica.
Por lo mismo es difícil reclamarle al patriarca de Moscú su apoyo irrestricto a Putin, dado que la Iglesia rusa, de acuerdo a sus principios, siempre ha estado al servicio del Estado, sería en cambio de reclamar y denunciar el que la comunidad católica hiciera algo similar, pues estaría yendo precisamente contra sus propios principios, su trayecto histórico y su misma identidad, y eso no se vale.
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