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La Corte en buenas manos

El día 2 de enero del naciente año, fuimos testigos de un hecho verdaderamente histórico. Nunca, desde el principio de la historia de México, una mujer había alcanzado la presidencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. La trayectoria de la señora Norma Lucía Piña Hernández, su capacidad y honorabilidad jamás han sido puestas en entredicho y sus merecimientos y virtudes le permitieron superar el “techo de cristal” que impedía a las mujeres ir más allá del cargo de ministro de la Corte. Agrego, la presidenta es una persona con carrera judicial. Se inició desde los niveles inferiores y recorrió, durante décadas y sin señalamientos, el difícil camino de administrar justicia: es un claro exponente de la cultura del esfuerzo. Si reflexionamos sobre las circunstancias de su ascenso a la más alta representación del Poder Judicial y las consecuencias que generará, aceptaremos que su elección es una bocanada de oxígeno para la confianza de la sociedad hacia las autoridades judiciales y ayuda a recuperar la fe en la justicia y la democracia.

Para mayor claridad, abundo: una de las lecciones que deja este proceso es que la presión ejercida por la opinión pública -léase medios de comunicación, periodistas, intelectuales y redes sociales-, fue de tal magnitud que el Presidente tuvo que ceder en su pretensión de colocar a una incondicional al frente de la Corte. Más aún, el resultado se selló cuando López Obrador intentó poner en entredicho la honorabilidad de las autoridades de la Universidad Nacional Autónoma de México, olvidando que su tránsito por la academia no fue precisamente brillante. El Presidente no tiene la calidad moral para cuestionar o ejercer presión sobre la máxima casa de estudios de país.

Hay algunos mal pensados que deslizan la idea de que, ante la proximidad de la visita del Presidente Biden a la Cumbre de Líderes de América del Norte, que se realizará esta semana en la Ciudad de México, AMLO entregó, como un gesto de buena vecindad, la cabeza de Juan el Bautista. Hay, además, algunos otros que suponen que desde el mirador a un lado del Potomac no ven con simpatía que la democratización de México, que costó mucho esfuerzo, tiempo y dinero, pueda ponerse en riesgo por la participación de los cárteles de la droga en el próximo proceso electoral. En esa misma lógica, se inscribe la preocupación de nuestros vecinos por el ataque permanente contra las instituciones públicas, entre las que la Corte y el INE tienen un lugar preferente.

Vaya usted a saber, pero el hecho mondo y lirondo es que la concurrencia de una buena cantidad de factores nacionales e internacionales influyeron el resultado que hoy celebramos y eso es alentador. Lo importante a resaltar es que la hoy Presidenta de la Corte es una profesional del derecho, cuadro formado en el ejercicio cotidiano de la Ley, cuyas cualidades garantizan al pueblo de México una conducción honesta del máximo tribunal de la nación. Enhorabuena.

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