La Copa del Mundo Alemania 1942
El Mundial de 1942 lucía en el papel muy interesante. Italia llegaría como doble campeón defensor, con la aportación goleadora de Silvio Piola y Giuseppe Meazza, el primer y cuarto goleador históricos de la Seria A italiana. Pero la hegemonía transalpina estaba seriamente cuestionada por la irrupción de otros equipos talentosos.
Después de las rencillas existentes en los años treinta entre Sudamérica y Europa, lo que llevó a países como Uruguay, ganador del Trofeo Jules Rimet 1930 como locales, a boicotear las ediciones de Italia 1934 y Francia 1938, había posibilidades de organizar por primera vez un Mundial que, ahora sí, juntara a los mejores equipos del orbe. Aunque Argentina luchó por organizar el Mundial de 1942, el Congreso de la FIFA que se celebraría en Luxemburgo en mayo de 1940 daría, casi con toda seguridad, la organización del torneo a la Alemania nazi.
Los locales llevarían un equipo fortalecido con la anexión de Austria al Tercer Reich en 1938. Antes de perder su independencia como nación, los austriacos maravillaron en la década de los treinta con el “Wunderteam” o Equipo Maravilla, dirigido durante 20 años por Hugo Meisl, quien introdujo al balompié un estilo de juego ofensivo basado en los pases cortos y a ras de césped. Ya no tenían tanto talento como el que los llevó a la Semifinal de 1934, pero eran anfitriones.
Brasil competiría con los pies descalzos de Leónidas da Silva, “el Diamante Negro”, uno de los precursores de la inclusión definitiva de los futbolistas de origen africano en el balompié de su país, el gran goleador que se quedó en el banquillo en las Semifinales de Francia 1938 contra Italia. Estaba lesionado y decidieron guardarlo para una hipotética Final, aunque se rumoró que el dictador fascista Benito Mussolini presionó para que Leónidas no jugara ese partido.
Uruguay y Argentina regresarían para intentar recuperar la supremacía mundial, reeditando tal vez la mejor rivalidad deportiva existente en las décadas de los 20 y 30. Los charrúas llevarían un equipo renovado y liderado por Obdulio Varela, un temperamental mediocampista de origen humilde que ocho años después encabezó el Maracanazo con el cual la “Celeste” vencería a Brasil en su propia tierra. Los pamperos contaban con la base de la Máquina de River Plate, un equipo histórico y cautivante con futbolistas como José Manuel “El Charro” Moreno, Ángel Labruna, Adolfo Pedernera o Félix Loustau.
Al otro lado del charco, el Viejo Continente presumiría a Selecciones como Inglaterra, con futbolistas que procedían de clubes como el Arsenal, ganador de cinco títulos de Liga en la década de los treinta, o Stanley Matthews, apodado “el Mago del Drible”, quien llegó a jugar futbol profesional hasta los cincuenta años de edad. Sin embargo, tal vez el mejor futbol de la zona se jugaba en el Este.
Tras jugar la Final de 1938, los húngaros estaban aprendiendo el juego de pases cortos y de estilo ofensivo que había exhibido Austria, y conformaban las bases de los “mágicos magiares” que asombraron al mundo en la década de los cincuenta. La Unión Soviética crecía gracias al aporte de los jugadores ucranianos del Dínamo Kiev, pero la Segunda Guerra Mundial llevó a varios de ellos a formar un club, el FC Start, que desafió y ganó a un grupo de soldados nazis en 1942, lo que derivó en la muerte de varios jugadores de ese equipo y fue la inspiración de una película, “Escape a la victoria” (1981), protagonizada por Sylvester Stallone, Max von Sydow y Pelé.
No obstante, la Segunda Guerra Mundial estalló en 1939 y nos privó de una competición que pudo ser histórica.