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La Biblioteca Nacional de Francia

El Presidente Macron encabezó el martes 28 de septiembre la conmemoración del tercer centenario de la Biblioteca Nacional de Francia, que coincidió con la conclusión de una década de obras mayores en su primera sede, en la calle Richelieu. La Biblioteca nació ahí hace trescientos años, cuando se trasladaron al inmueble las colecciones de las bibliotecas reales, y es desde entonces, según dijo Macron, “un epicentro de nuestra historia”, pues “nuestro país, nuestra nación, la construyeron dos instituciones: el Estado y la Lengua”.

Las obras recién terminadas consistieron en un proyecto de largo plazo que buscó poner al día el conjunto arquitectónico según las normas actuales de seguridad, accesibilidad, conservación de colecciones, etc. El costo de los trabajos fue de alrededor de 250 millones de euros.

El proyecto nació a finales de la década de 1990, a raíz de la inauguración de la Biblioteca François Mitterrand, la otra gran sede de la BNF en el XIII arrondissement de París. Hubo que descentralizar la institución debido al inmenso volumen de sus acervos, y entonces se decidió que el edificio original de Richelieu se dedicara a ciertas colecciones especializadas: artes y espectáculos, planos y mapas, estampas y fotografías, manuscritos, monedas y medallas, entre otras. 

La ceremonia del tercer centenario y la entrega de obras tuvo lugar en la recién renovada sala oval de lectura, un enorme espacio que pareció aún más grande porque, por lo pronto, no están ahí los cincuenta mil volúmenes que contendrá. Como dijo el  Presidente Macron: es ahora “un verdadero fantasma borgiano” (y que conste que él sí sabe de lo que habla). 

El edificio completo deberá abrir en julio de 2022, una vez terminadas las mudanzas de las colecciones. Volverán a él a lo largo de los próximos meses cerca de 42 kilómetros lineales de libros e impresos. Por el momento, sólo están abiertas a los investigadores la famosa sala Labrouste, que alberga el Instituto Nacional de Historia del Arte, así como los departamentos de artes y espectáculos, y también la sala de lectura de manuscritos. Con la apertura completa, el público tendrá acceso al conjunto de la institución (que tiene 58,000 metros cuadrados), a un nuevo museo heredado del Museo de la Moneda así como a las salas del patrimonio, a las que nunca se habían admitido visitantes. Entre éstas se encuentra la Galería Mazarino, una de las joyas del lugar: es uno de los pocos ejemplos de galerías palatinas en Francia, construida en el siglo XVII para albergar las fabulosas colecciones de pintura del cardenal.

Con un nuevo ingreso por una calle lateral, que lleva al gran jardín contemporáneo, el edificio Richelieu funcionará como ámbito de investigación, pero también de descubrimientos, y habrá numerosos visitantes además de los lectores habituales. Además de la oferta cultural, tendrá también una librería y una cafetería.

Como gente decente, el Presidente Emmanuel Macron no dejó de mencionar a sus predecesores. Dijo: “quiero rendir homenaje a Nicolas Sarkozy y François Hollande que, juntos, pusieron los cimientos de este proyecto”.
 

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