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Kurdos: cuando la democracia no pasa por el Estado

La mayoría de la intelectualidad mexicana está colonizada por la política liberal eurocéntrica. Según ese relato, la democracia se inventó en Grecia, se perfeccionó en Europa y Estados Unidos. Y desde hace décadas, la sociedad mexicana busca construir y consolidar un sistema político semejante a la de los países capitalistas avanzados.

El esfuerzo de construcción de un sistema de democracia liberal es impulsado genuinamente desde la sociedad creyendo que este es el mejor (o el menos peor) de los sistemas políticos. Pero la construcción de este sistema es una tarea en la que el Estado, la partidocracia y la clase política profesional ponen especial empeño, pues mediante este sistema legitiman control del poder.

La construcción de este supuesto sistema democrático es aplaudido y legitimado por esa clase intelectual, académica y periodística de la que hablé arriba. Son los liberales que creen que están en el centro del espectro político, ni muy a la derecha ni muy a la izquierda, sino desde un supuesto centro político que no los compromete y aparentemente les da legitimidad para criticar y regañar a los extremos del espectro ideológico: “Hey, no seas una izquierda tan radical; hey, estás a la ultraderecha”. Esta intelectualidad liberal, colonizada del pensamiento eurocéntrico y estadocéntrico parece no darse cuenta que son los legitimadores de todo el sistema, de derecha o de izquierda, y que su posición centrista también es una posición política.

Es esta clase la que no concibe un sistema político que no sea el liberal eurocéntrico.

La experiencia de los kurdos destroza  todas las ilusiones liberales y muestra a la sociedad que sí es posible organizarse sin Estado

Cuando la “democracia” mexicana falla, no se critican a sí mismos por ser parte legitimadora de ese sistema y siempre le echan la culpa a la partidocracia, a la corrupción o los más racistas, a dispositivos culturales de los mexicanos. Algunos se creen el cuento racista de que los sajones están más preparados para la democracia que los latinos. En la cabeza de esa intelectualidad no se concibe una democracia que no tenga Estado, que no tenga nación, que no pase por partidos y elecciones, y que no sea eurocéntrica.

Pues se equivocan. Existe y se está produciendo en este momento en el pueblo kurdo. Es una revolución política que no toma Palacios de Invierno, sino que se desarrolla cotidianamente en los pueblos y los barrios del Kurdistán. Los kurdos son un pueblo de 40 millones de personas repartidos por las potencias mundiales en cuatro naciones: Siria, Turquía, Irán e Iraq. Desde hace décadas se han organizado no sólo para su liberación nacional, sino para quitarse todas las opresiones: la del Estado, la del capital y especialmente la del patriarcado. Su revolución tiene tres ejes: el equilibrio ecológico, el Confederalismo Democrático y la liberación de las mujeres. Todas las piezas son importantes, pero en términos de otras relaciones políticas, el Confederalismo Democrático es la forma como los kurdos están reinventando la política en el mundo, no en los centros eurocéntricos de pensamiento. Justo esos días se puede aprender de esta experiencia en Guadalajara a través de las actividades que tienen los representantes del Congreso Nacional del Kurdistán en esta ciudad. La experiencia de los kurdos destroza todas las ilusiones liberales y muestra a la sociedad que sí es posible organizarse sin Estado, sin nación, sin patriarcado y sin las otras opresiones que impone el capitalismo. Aprendamos de los kurdos. 

(rubenmartinmartin@gmail.com)

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