Juventud sin freno
La juventud, maravillosa e irrepetible época de la vida es energía, curiosidad, pasión, desbordamiento, principio del fin de la ingenuidad, en fin, una serie de condiciones y experiencias que marcan para siempre el rumbo de la existencia y sirven para forjar el futuro equilibrio, o desequilibrio según sea el caso, del ser humano. ¿Han cambiado los patrones de conducta de los jóvenes en las últimas generaciones? La respuesta es sí, la evolución es inevitable. Además los cambios de dichos patrones, independientemente de notorios, en algunos temas son drásticos y alarmantemente peligrosos.
Amen de todas las secuelas que arrastra la perjudicial cultura hedonista que ha penetrado en la conciencia de los jóvenes: el placer por el placer mismo, aparece en nuestro medio, independientemente de clases sociales, una peligrosa costumbre convertida ahora mismo en problema de salud pública: el alcoholismo juvenil; asunto que por cierto, tomando en cuenta los ámbitos que invade: adicción, repercusión en salud mental, desintegración familiar, suicidios, muertes por accidentes viales y mil etcéteras más, ya esta considerada como un asunto de salud pública evitando encararlo con las medidas grotescas y desquiciadas que de pronto las autoridades toman. El caso del joven futbolista aun en prisión dibuja claramente esta situación.
No solamente se trata de altos y frecuentes consumo de alcohol por parte de jóvenes, mujeres y hombres a edades tempranas, sino del terrible fenómeno que este consumo arrastra: transfigurar la juventud en desgracia. La diversión de los jóvenes de esta generación no tiene ni sabe de fronteras, su pasión por la estridencia en todos sentidos va de la mano con una serie de lamentables comportamientos, el más frecuente y de carácter elemental: del alcohol al sexo y para el sexo el alcohol. Hoy día la mujer virgen es aquella que no ha recibido ninguna proposición. No se trata de opiniones o posturas moralinas sino de las calamidades que estos comportamientos acarrean: embarazos no deseados, abortos clandestinos, enfermedades de trasmisión sexual y un buen número de puntos suspensivos.
Pareciera que a los jóvenes no les quedan claro los daños físicos, mentales y por supuesto morales que estas dinámicas traen consigo. Hemos arribado a los tiempos de romper con tradiciones y costumbres que se significaban fundamentalmente por principios éticos y morales; la moderación como norma ha dado paso al desbarrancamiento en todos sentidos. Solamente contando con un ambiente envuelto en sólidos principios morales se puede tomar una posición ante las nuevas culturas sociales y encararlas adecuadamente. Esta condición parece estar ahora reservada a minorías de jóvenes cada vez mas minoritarias. Los jóvenes de ahora, los de antros un par de veces a la semana, los que conducen bajo los efectos del alcohol a velocidades de competencia en óvalos profesionales, los de las diversiones sin fronteras, parecen no pertenecer a núcleos familiares, dan la impresión de ser arribistas del mundo.
Así las cosas el asunto aparentemente es un problema de moral social que por supuesto a futuro cobrara facturas. Una factura nociva y destructiva que quizás sea aun tiempo de evitar pagarla. F. Savater lo traduce en pocas y frívolas palabras: “para que te privas de nada si la nada te privará de todo”.