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Juan Soriano y Guadalajara: un cariño difícil

Fue, sin duda, uno de los artistas más importantes de la Guadalajara del siglo XX. (1920-2006). A la altura del Doctor Atl, y no ciertamente a la de Orozco. Dejó algunas piezas memorables y la constancia del Gobierno de Jalisco que, a su hora, debió haber instituido el museo Juan Soriano para honra de uno de sus hijos esclarecidos y provecho de los habitantes de Jalisco, de México, y de los visitantes de otras partes del globo. En vez de esto, el Gobierno de Morelos, mucho más listo, hizo el museo en honor al artista tapatío en Cuernavaca. En fin, una podrida, y fea, de Jalisco contra Soriano.

La primera podrida fue el exilio autoimpuesto por Soriano, rumbo a México, en 1936, a sus escasos 16 años. Su olfato era muy fino para percibir la cerrazón y la hostilidad de la pacata sociedad local frente a los artistas y más contra los homosexuales. Así, se anticipó a la razzia contra Chucho Reyes Ferreira y amigos, a quien prendieron ilegalmente durante una fiesta en su casa en 1938. Le rompieron los dos brazos, lo enchapopotaron, lo emplumaron, y así lo pasearon, para escarnio y vergüenza de todo mundo, por las calles de la ciudad. Chucho vivía con sus dos hermanas, y sufrieron en adelante un terrible ostracismo por parte de las elites tapatías a las que pertenecían. Hasta que también se fueron a México.

Así, Juan Soriano se plantifica en México en 1936. Pronto se hace amigo de medio mundo en esa ciudad. Entre sus amigos más cercanos estuvieron Luis Barragán, el propio Chucho, Octavio Paz, Teodoro González de León, Xavier Villaurrutia, etcétera, etcétera. Era muy querido y también muy temido por su lengua implacable y su inteligencia fulgurante. Realizó una obra vasta, dispareja y siempre original, como pintor, grabador, escenógrafo, escultor. La amenidad e ilustración de su conversación fueron legendarias. Cuándo le preguntaron con insistencia si Luis Barragán también era homosexual respondió con claridad y contundencia que no, que si fuera, a él le habría constado.

Hacia 2002, el Ayuntamiento de Guadalajara trató de enmendar en algo la pifia de no haber reconocido a Soriano debidamente. Por iniciativa del arquitecto Claudio Sáinz, entonces funcionario, se le invitó a escoger un terreno propicio para ahí hacer un parque en su honor e instalar ahí una de sus piezas escultóricas monumentales. Después de una ardua gira, que incluyó una visita a la casa de su nana, Juan escogió el sitio. Un lugar populoso y grandemente necesitado de un parque y de una escultura pública del mejor nivel: Santa Cecilia, muy al nororiente de la Calzada. Cuando estaba viendo el sitio, con la vista en desniveles de las casitas de ladrillos apiladas dijo: “Mira, parece que estamos en Jerusalén”.

Parque fue hecho, escultura fue instalada gracias al generoso apoyo de Soriano y su pareja, Marek Keller. Una primorosa paloma que mira a la Barranca de Oblatos. (En el mismo parque se instaló después una vistosa y un poco alarmante escultura que consiste en unas especies de árboles de fierro sosteniendo tres Volkswagens. Así, el parque se conoce ahora como “El parque de los vochos”.)

Estamos esperando ahora ver de qué forma el Gobierno de Jalisco, su Secretaría de Cultura y el Ayuntamiento celebran el centenario del gran, gran, Juan Soriano. Estaremos al pendiente.

PD Marek Keller se tuvo que llevar a Polonia muchas de las esculturas de Soriano que aquí no encontraron quien las albergara. Fundó con ellas un parque público, en un bosque, a unos 40 kilómetros de Varsovia. Es todo un éxito, y un gran patrimonio. Vale.

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