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Jesuitas asesinados, ¿el Ayotzinapa de AMLO?

Martín Solares, un extraordinario escritor que leo estos días, fue alumno del jesuita Joaquín Mora Salazar en una secundaria de Tamaulipas. 

En un artículo publicado en EL UNIVERSAL, lo recuerda silencioso, devoto de los pobres y amante de los libros, sobre todo uno de su predilección: Mi pie izquierdo de Christy Brown, el joven que pese a una parálisis cerebral logró expresarse por medio de la escritura usando su extremidad inferior. 

«Sus alumnos recordamos la voz del padre Mora, leyendo morosamente cada una de las palabras que componen ese libro, como si fueran escalones que conducen a un sitio mejor», evoca Solares. 

Ha sacudido al país el asesinato en la sierra tarahumara de Mora Salazar, 81 años, conocido como “El Morita”, y de Javier Campos Morales, 79 años, ex alumno del Instituto de Ciencias de Guadalajara y llamado de cariño “El Gallo” por su habilidad para cacarear.

La indignación crece con las horas como una ola que puede reventarle en la cara al Presidente Andrés Manuel López Obrador igual que le ocurrió a Peña Nieto con el caso Ayotzinapa. 

En ambos crímenes, se trata de la sinrazón de un crimen del narco contra inocentes. El reclamo llegó hasta el Vaticano con un mensaje de condena del Papa Francisco. 

La Compañía de Jesús en México tiene un arraigo histórico y una enorme influencia social y política debido a su labor altruista y educativa. Tienen ministerio en parroquias, templos y centros culturales de todo el país. En once colegios forman a jóvenes con los valores de San Ignacio de Loyola y dirigen ocho de las universidades más importantes del país. Se suman una decena de asociaciones civiles de todo tipo en donde impulsan la justicia laboral, el apoyo a los pobres, la salud y el amor solidario. 

La «elocuencia de su último sacrificio» -una definición brutal de Solares- al dar refugio en su parroquia a un guía de turistas que huía de un grupo de sicarios del Cártel de Sinaloa, debería despertar la consciencia colectiva de la mayoría sobre una fallida estrategia de seguridad que tiene al país de rodillas ante el crimen. 

Hasta ahora, López Obrador ha querido minimizar con indolencia el asesinato. En el caso Ayotzinapa, la negación de la realidad, la manipulación de la verdad y la cerrazón convirtieron el hecho en un parteaguas. 

Analistas y críticos de AMLO vieron equivocadamente un punto de quiebre en el sexenio con el caso Ovidio, los feminicidios y luego la pandemia. Sin embargo, el apoyo al Presidente se ha mantenido.  

¿Será el asesinato de los jesuitas ahora sí el Ayotzinapa de AMLO? Christy Brown cierra el primer capítulo de su libro Mi pie izquierdo con una frase después de que finalmente logra escribir su primera letra: «A pesar de mi boca deforme, yo anhelaba encontrar una forma de expresarme». 

Ojalá que el Presidente sea capaz de escuchar lo que reclama tanta sangre en el sexenio más violento de la historia. 

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