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Japón: la nueva era

Con la abdicación del emperador Akihito y el ascenso al Trono del Crisantemo de su hijo Naruhito, este 1º de mayo, terminó la era Heisei (que significa más o menos “logro de la paz”) y comenzó la Reiwa (“bella armonía”). Japón es el único país del mundo que usa el sistema gengo, que depende de los nombres de las eras y tiene sus raíces en China, aunque por razones prácticas también se usa el calendario gregoriano.

El sistema gengo ha perdurado porque en la antigüedad era la única forma de segmentar el tiempo, como se hacía en la Roma antigua, donde la cuenta dependía de la sucesión de los cónsules. La permanencia de este concepto del tiempo también tiene que ver con el orgullo que representa para los japoneses que su dinastía sea la más longeva del mundo. La presencia del emperador, considerado una especie de monumento viviente, se deja sentir a través de la era que él inaugura. Su poder es por completo simbólico, no tiene prerrogativa política alguna: no es el jefe del Estado y tiene menos atribuciones que la reina de Inglaterra, pero los japoneses no pueden siquiera imaginar su país sin un emperador.

Los orígenes de la tradición de las eras y de la dinastía imperial son, sin embargo, bastante nebulosos. Se supone que dicha tradición se remontaría a unos 2 600 años aC. Según la leyenda, el fundador del Imperio japonés (en 660 aC) y primer emperador fue Jinmu, quien vivió 174 años y reinó durante 126. Según los historiadores, se trata de un personaje completamente mítico, considerado nieto de Amaterasu, la diosa del Sol. Señalan también que entre los siglos II y IV dC la historia japonesa es un auténtico agujero negro, y que el primer emperador documentado es Ojin, que se supone que era el duodécimo emperador y habría reinado en el siglo III, pero ese periodo sigue siendo incierto.

La permanencia de este concepto del tiempo también tiene que ver con el orgullo que representa para los japoneses que su dinastía sea la más longeva del mundo

Las recientes ceremonias del relevo de los emperadores que se transmitieron por los medios fueron ejemplares y muy curiosas: impecablemente coreografiadas, inescrutablemente solemnes, de una elegancia exquisita y agradeciblemente breves.

La nueva era Reiwa mantiene la tradición de escribirse con dos caracteres de la escritura china kanji (rei y wa), pero también introduce un elemento nuevo: es la primera era cuyo nombre se inspira en la literatura japonesa y no en la china. El nombre está tomado de una estrofa de un poema sobre la flor del ciruelo que aparece en el Man’yoshu, la más antigua antología poética en japonés, compilada hacia finales del siglo VIII. En ese contexto literario, las palabras significan “venturoso” o “propicio”, y “paz” o “armonía”.

Es la primera vez en más de dos siglos que un emperador abdica al trono. Probablemente Akihito, experto ictiólogo, se dedique en adelante a escribir más publicaciones académicas sobre su especialidad. El nuevo emperador, Naruhito, quien estudió ciencias naturales en Oxford, ha dicho que buscará mantener la cercanía con el pueblo japonés que tuvieron sus padres, muy queridos porque siempre se hicieron presentes en las muchas crisis de terremotos y maremotos que se abatieron sobre el país en sus treinta años de reinado.

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