¿Jalisco en paz?
La violencia organizada que vive la sociedad mexicana y que tiene en Jalisco una de sus regiones más cruentas, reorganiza los territorios y las poblaciones de una semana a otras. Esa reorganización del territorio provocada por la disputa violenta de las plazas ahora golpea a la zona Norte del Estado, especialmente con una oleada de desapariciones de personas en Colotlán, municipio colindante con Zacatecas.
El 25 de diciembre tres mujeres y un varón salieron de Colotlán hacia el municipio de Jerez, en Zacatecas, pero ya no regresaron. Se trata de las hermanas Daniela de 31 años y Viviana Márquez Pichardo, de 26; de su prima Irma Paola Vargas Montoya, de 27; y de José Gutiérrez Farías, de 36 años, novio y prometido de Daniela.
Esa masiva desaparición sacó a la luz otros casos de desapariciones que han ocurrido en Colotlán. En una manifestación histórica cientos de colotlenses salieron a las calles a reclamar: cerraron avenidas, protestaron frente el cuartel de la Guardia Nacional y exigieron una respuesta del presidente municipal. Ante la falta de respuesta, este lunes hicieron el esfuerzo de viajar desde Colotlán para protestar en Guadalajara; primero en la Glorieta de los Desaparecidos y posteriormente frente a Palacio de Gobierno.
Entrevistados durante la manifestaciones, algunos familiares se indignaron por las declaraciones que hizo el mismo lunes por la mañana el gobernador Enrique Alfaro Ramírez. Como ha venido ocurriendo en los últimos dos años, el titular del Ejecutivo minimizó la situación. Prácticamente descartó que se cometieran delitos en esa región: “Colotlán es un municipio, insisto… con niveles de seguridad altísimos, difícilmente se comete un delito allá. No tenemos un problema más allá de esto que desafortunadamente ocurrió en el Estado de Zacatecas reitero y pues no creo que haya más qué decir”.
Con esa declaración subestimó y desechó las denuncias que los familiares que tienen desaparecidos han presentando en las últimas semanas. No se trata solamente de los cuatro jóvenes desaparecidos el 25 de diciembre. En total son 17 desaparecidos en la misma región. A veces las desapariciones se cometen en Jalisco, a veces en Zacatecas, pero al parecer los gobiernos de ambos estados tratan de deslindarse de la responsabilidad y arrojarla al estado vecino.
Pero aún más grave, el gobernador de Jalisco niega que exista una situación crítica no sólo en Colotlán, sino en todo el estado. Luego de minimizar el contexto de violencia en ese municipio, le preguntaron si entonces se podía considerar a Jalisco un estado en paz, y respondió: “Yo creo que hay paz, lo que hay es un estado que está trabajando para recuperar la paz y la tranquilidad en todas las regiones de Jalisco”. Desde hace por lo menos dos años, el Gobierno del Estado que encabeza Enrique Alfaro ha diseñado una estrategia de comunicación para presentar cifras e indicadores de inseguridad siempre a la baja, especialmente los llamados delitos de alto impacto que son relacionados con daños patrimoniales, es decir, los robos a personas, a casas habitación, comercios y vehículos. Pero igual sostiene que han bajado cifras de violencia contra mujeres y feminicidios, cuando representantes de colectivas feministas refutan estas cifras y sostienen que las cifras se están maquillando.
Algo semejante ocurre con la crisis por desapariciones con una deliberada intención de rasurar las cifras al dejar de reportar las denuncias por este delito a la plataforma nacional, como se hizo a partir de marzo de 2022.
Y como hemos aprendido desde hace al menos cinco años con el espectáculo de los tráileres paseando cadáveres por la zona metropolitana, la crisis de violencia que vivimos en Jalisco produce también una crisis forense asociada a la crisis por desaparición de personas. Fátima Aguilar presentó esta semana un reportaje en Canal 44 donde recoge testimonios de tres mujeres que tienen meses esperando que les regresen el cuerpo de sus hijos o de su hermano, ya identificados en el Servicio Médico Forense. Pero denuncian que las tratan con negligencia burocrática.
No se puede sostener que Jalisco sea un estado en paz si se tienen estas crisis de violencia, por desapariciones y forense que reproduce el dolor para miles de víctimas que han perdido a sus hijos, están desaparecidos o sin ser identificados en la morgue estatal. En su afán de ser candidato presidencial, el gobernador Alfaro trata de minimizar las violencias y múltiples crisis que vive el estado y trata de hacer creer que vivimos un estado en paz. Pero Jalisco no es un estado paz sino una sociedad que vive bajo el acoso de una guerra informal no reconocida.
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