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A huir del agua… otra vez

No falla: mediados de junio y las primeras tormentas azotan a Guadalajara. Y la azotan en serio, sin piedad. Como si el agua tuviera algún resentimiento con los tapatíos por seguir consumiendo capirotada.

Año con año la realidad es la misma: el temporal ahoga —y ahogará— a Guadalajara. Las obras para tratar de contener, aminorar y/o acabar con las inundaciones se han quedado sólo como una anécdota popular que en algún momento nos llenaron de esperanza.

Porque, detrás de esa fabulosa promesa, hubo dinero público. Cientos de millones de pesos, mejor dicho.

En agosto de 2004, el Ayuntamiento de Zapopan anunció que para el siguiente año apartaría una bolsita de entre 200 y 230 millones de pesos para contribuir al “Plan Maestro de Colectores”, en el que además del Gobierno del Estado participarían nueve municipios de la metrópoli. Es decir, que se haría una verdadera “coopera” para acabar con las malditas inundaciones.

Pero aun así, el agua nos llegó hasta el cuello.

Once años después, en noviembre de 2015, los diputados federales y alcaldes del partido Movimiento Ciudadano nos presumieron (cosas de políticos) que gracias a su bello rostro y a sus gestiones, el Gobierno federal destinaría más de mil millones de pesos a la Zona Metropolitana de Guadalajara, y que una cuarta parte de esa cifra se iría específicamente a la contención de inundaciones.

Y otra vez, el agua nos llegó hasta el cuello.

El entonces alcalde tapatío, Enrique Alfaro, nos detalló que de ese monto se pagarían estudios complementarios (nomás 80 millones) y el resto se iría a obras de contención. Y, como nos quedamos cortos en eso de la contención, el año siguiente el Gobierno del Estado y el Sistema Intermunicipal de Agua Potable y Alcantarillado (SIAPA) nos dijeron que, ahora sí, con 800 milloncitos más se tendrían soluciones “a corto plazo”.

Pero, cosas de la vida: el agua nos volvió a llegar hasta el cuello.

Luego, el organismo operador matizó: Así como quien dice soluciones, soluciones, pues no. Más bien son obras para “mitigar”, porque 800 millones son sólo la primera de cinco etapas, ya que el programa completo nos va a costar nada más y nada menos que cinco mil millones de pesos.

Por supuesto, nada de eso sirvió. El cambio de administración llegó y las nuevas autoridades hicieron lo mismo que las anteriores: culpar al ciudadano y al cambio climático porque sus obras no funcionaron. La vieja confiable.

Las lluvias del año 2000 (incluso antes) fueron el preludio de lo que para el temporal de 2018, 2019 y 2020 en Guadalajara ya sería una tradición: Plaza del Sol se convierte en laguna artificial, los Arcos del Milenio habilitan su famosísima alberca olímpica y las cataratas de Washington y 8 de Julio abren al público. Y, según vimos esta semana, 2021 vendrá con nuevas atracciones.

El problema es que, detrás de la palabrería del político en turno, el agua que tanto se añora en el campo se convierte en una verdadera pesadilla en la ciudad. Porque, lejos de que afecta muchísimo los tiempos de traslado de millones, salir a la calle durante una tormenta implica el riesgo de ser arrastrado por la corriente… y morir.

Y en tanto la función pública mantenga su interés en construir colectores profundos, vasos reguladores y hasta llamar a jornadas de oración para que el agua no pegue tan fuerte, el impulso a los sistemas de aprovechamiento de agua pluvial se queda en el olvido. Por eso, hasta que concluya la temporada, los ciudadanos (y turistas que visitan la ciudad) ya sabemos qué hacer: huir del agua… otra vez.

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