Inflación: los remedios caros y los placebos
La buena noticia es que México tiene la inflación más baja entre todos los países de la OCDE. La mala es que tenemos los niveles de inflación más altos en 21 años y tendremos que convivir con ellos por muchos meses más, en el mejor de los casos hasta el 2024. No habrá regreso a los niveles de muy baja inflación como los que predominaron hasta el 2021 en el mundo, advierten los expertos. ¿Seguirá siendo realista para el Banco de México un objetivo de inflación de 3%, más/menos un punto porcentual?
Nuestro país tiene un índice de precios al consumidor de 7.99%, anualizada al mes de junio. Esto es ligeramente más alto de lo que esperaban los expertos, pero no es un mal dato ni estamos ante el peor de los escenarios. Nos podemos comparar con Turquía, que tiene más de 70%; Estados Unidos que está en 8.6% o España que rompió la marca del 10 por ciento. Eso quiere decir que en un año pésimo, estamos menos mal que otros, pero no sirve para consolar a casi nadie. En México, los precios se han vuelto el principal foco de preocupación en los hogares y empresas. En foco rojo se encuentran las alzas de precios de alimentos. Las frutas y verduras registran incrementos anualizados de 14.39%; los productos pecuarios traen alzas de 15.51%; los aceites comestibles subieron 33%, la harina de trigo, 28% y la naranja 24 por ciento. Todo esto no se compensa con saber que las televisiones bajaron 2.53 por ciento.
Los próximos meses seguirá la presión inflacionaria. Los datos que nos permiten anticiparlo se encuentran en el índice de precios al productor del INEGI. La industria alimenticia trae incrementos en sus costos de 16.3%; los productores de bebidas, 20% y la industria química, 19 por ciento. Estos aumentos para los productores tarde o temprano llegan a los consumidores. En algunos casos, los productores absorben una parte de los incrementos, reducen sus ganancias y no suben tanto los precios. En otros casos, los consumidores no tienen tanta suerte. Las empresas, cuando tienen poder sustancial de mercado, pueden cargar a los consumidores la presión inflacionaria completa y hasta los costos de sus ineficiencias. Poder sustancial de mercado lo tienen los monopolios y oligopolios, en México estos han recibido un tanque de oxígeno con el debilitamiento de la Comisión Federal de Competencia Económica.
¿Seguiremos hablando de inflación importada? La crisis inflacionaria nos llegó de fuera y, lo cierto es que en el mapamundi siguen los focos rojos que alimentan el desabasto y las alzas de precios: la guerra en Ucrania, la resiliencia del covid, que incluye la política china de cero contagios y los estragos del calor y la sequía en las cosechas, entre otras cosas. Al mismo tiempo, podemos percibir que hay algunos mercados internacionales que empiezan a anticipar la recesión que viene, con bajas en los precios. Esto es notorio en las materias primas. En junio cayeron más de 10% los precios del petróleo, el cobre y algunos granos básicos. Nada garantiza que esta tendencia seguirá. Los illuminati están divididos. Hay expertos que auguran que el precio del petróleo estará en 2023 por encima de 150 dólares por barril. Otros, con las mismas credenciales, se inclinan por creer en un precio de 60 dólares o quizá menor.
¿Seguirá siendo México la estrella de la OCDE? El arma antiinflacionaria más potente ha sido el subsidio a los precios de las gasolinas. En el primer semestre costó 159,000 millones de pesos y sirvió para evitar que la inflación llegara a 11%, estima Alonso Cervera, economista en jefe de Credit Suisse. La gran duda es si esto será sostenible en el tiempo. Nadie quiere más inflación, pero lo gastado en frenar el alza de la gasolina es una montaña de dinero y podría servir para otros fines, entre ellos resolver los problemas de infraestructura del agua en todo el país y acabar con el desabasto de las medicinas.
La fortaleza del peso ha sido también fundamental para tener inflación baja. Nadie puede garantizar que seguiremos contando con el Super Peso. La pelota está en la cancha de la Fed y si esta se pone halcona, tendremos volatilidad cambiaria. Nadie pone en el tablero la posibilidad de una macrodevaluación del peso mexicano, como la que se vive y presagia en Argentina, pero hay razones para revisar las letras chiquitas que están en el dorso del Super Peso. Este es otro factor que podrá mover la inflación.
No hemos hablado del Banco de México, ni del PACIC. El banco central ha hecho su trabajo y el Acuerdo Contra la Inflación y la Carestía no ha servido casi para nada. Cabe confiar que el Banxico siga usando la autonomía para hacer un excelente trabajo. Cabe aclarar que no basta con la política monetaria para acabar con una bestia tan rara como la inflación del 2022. El PACIC nos sirve para comprobar que los placebos no sirven para curar, ¿habrá medicina?
lmgonzalez@eleconomista.com.mx