Houston, perdimos Chapultepec
En un kilómetro de la Avenida Chapultepec de Guadalajara conté en total 47 bares, seis cafés y sólo dos librerías.
Hice mi recorrido la noche que perdió El Canelo Álvarez. El tramo entre Vallarta y Pedro Moreno sobresale por la música y las largas filas de espera. Alberga terrazas al aire libre con letreros animosos: “Toda la semana destilados al 2 X 1”, y otros carteles más directos: “Menú ejecutivo: alitas y cervezas”.
Justo en la parte superior de los bares se alza un edificio con el rótulo de una universidad privada consagrada al saber mientras en los pisos inferiores otros se consagran al beber.
En esa cuadra estuvo hasta hace unos años el Copiroyal (quién no escaneó o fotocopió documentos allí) y una óptica que desaparecieron junto con el área de servidumbre que cedió a las mesas de tres bares.
En el extremo sur de la avenida, Ana, una joven de 20 años, me invita a pasar a un antro-bar, “sin cover ni consumo mínimo” (en otros lugares piden que compres botella, me explica). En una buena noche, me cuenta, de nueve a dos de la mañana mete unas 130 personas. Como ella, en ambos lados de la calle, otras dos de sus compañeras cumplen la misma misión.
En algunos bares hay lista de espera. Pareciera que tras el confinamiento, impera una urgencia por recuperar el tiempo perdido frente a una cerveza de 21 pesos o un destilado de 45.
La Avenida Chapultepec, antes llamada Lafayette, fue concebida en su trazo moderno por el arquitecto Julio de la Peña en los sesenta. Las guías de la época la distinguen por sus “bancos, comercios, librerías y galerías de arte”.
Está ligada a la colonia Francesa, la primera colonia de Guadalajara. En su concepción afrancesada, este paseo arbolado ha sido referencia del espacio público para los tapatíos desde mediados del siglo pasado.
Ahora que el Gobierno tapatío impulsa un loable rescate del centro histórico, vale la pena revisar el significado y la vocación que ha adoptado Avenida Chapultepec, pues allí comenzó la otra Guadalajara que creció hacia el Poniente. Su significado histórico, arquitectónico y urbanístico es tan importante como el del centro.
El Paseo Chapultepec, un concepto cultural sobre el camellón inaugurado en 2004, albergó este fin de semana una exposición de destilados.
La economía de la zona después de la pandemia es tan importante como su identidad. Los usos de suelo mixtos pueden convivir de forma ordenada para que tengamos un distrito urbano equilibrado para todos.
Ojalá Pablo Lemus considere entre sus proyectos una revisión al rumbo que ha tomado este emblema de la ciudad porque hasta ahora, más que afrancesada, se ha convertido en una avenida “abaresada”.
Jonathan Lomelí