Horas oscuras
Al momento de escribir esto hay una comunidad que se debate entre rezar o gritar. O ambas cosas. Gente de varios lados que se niega a ver como normal que una voz periodística esté callada sin ser esa su voluntad, sin mediar explicación legal o legítima. Personas con dignidad indignadas.
A más de un día de ocurrir su desaparición, se desconoce el paradero del colega Jaime Barrera, periodista jalisciense con décadas de profesional desempeño, cara mediática más visible en su región, voz que habla cada día a una sociedad que progresa a pesar de amenazas de poderes fácticos.
La convicción de que Jaime tiene que aparecer sano y salvo, y de que la demanda de que así ocurra no transige condiciones de tipo alguno, corre paralela con el temor. La fe no es ciega: enfrentamos a un monstruo criminal. Son horas oscuras así nadie ceda a la aflicción.
En este sombrío momento es preciso subrayar que la demanda a las autoridades para no agotar recurso alguno en su búsqueda no está fundada en que se trata de un periodista, un colega, un amigo, o un personaje público.
Exigimos que vuelvan él y todos los que han sido privados de la libertad. Y exigimos que él vuelva para que, como siempre en su carrera, en todos sus espacios canalice las exigencias ciudadanas de que tantas y tantos tienen que aparecer. Sanos y salvos.
Los medios y, desde luego, los periodistas, somos instrumentales. En el mejor de los casos un conducto de la sociedad para informarse sobre lo que pasa. Una bocina consciente y crítica que filtra y contextualiza, pondera y jerarquiza, el trigo mientras elimina la paja.
Esa labor, tan vilipendiada en estos tiempos, aguanta los reclamos de políticos de uno y otro bando que, acostumbrados como están a sentirse el centro del universo, ven todo con suspicacia. No entienden que mientras ellas y ellos a veces son oposición y a veces Gobierno, nosotros somos sólo eso: medios.
Y precisamente, porque estamos llamados a cumplir un deber con las audiencias y no con los poderes, ocurre que algunos entes gubernamentales irresponsablemente emprenden diatribas y acoso, de forma tan inconsciente que al ir contra los medios debilitan un seguro social.
En México los criminales aprendieron de tiempo atrás que la prensa es vulnerable, que la autoridad es la primera en darle poco valor, que si incomoda es barato quitarla de en medio. En ese contexto es que ocurre la privación ilegal de la libertad de Jaime Barrera.
Por lo mismo, es preciso ampliar la protesta y elevar la demanda de que aparezca inmediatamente Jaime para que retome sus actividades. Para tranquilidad de su familia y de su comunidad. Que nunca más los criminales se arroguen derechos que no les corresponden. Que impere la ley y solo la ley.
El silencio forzado no es una opción en una sociedad democrática. Las armas tampoco deben ser el lenguaje de uso común. Quien quiera que lo haya retenido debe saber que hay una comunidad diciendo, de variadas formas pero uniformemente, basta: no aceptamos la mordaza criminal.
Jaime volverá a casa y este será un mal recuerdo. Trago amargo del que habrá que aprender que si una agenda ha de unirnos es la de la convicción de que toda diferencia tiene un límite, de que la discordia no primará, de que la prensa libre es indispensable para una sociedad plural, diversa, democrática.
A veces, horas oscuras prefiguran momentos luminosos. Pero no por divina concesión o favor a rogar: esa luz, por la que vale jugarse la vida, se exige, se defiende y se ejerce. Libertad a Jaime Barrera ¡YA!