Herencia para el 2020
El 2019 nos deja una herencia interesante a nivel mundial cuyo desempeño ha comenzado a verse ya desde el inicio del presente año. Por una parte, dos liderazgos de enorme fuerza y respaldo por sus respectivas sociedades, Rusia y China, líderes que además de venirse perpetuando en el poder están ejerciendo un rol mundial de singular importancia, aunque de diverso matiz, Rusia más en la línea de las políticas internacionales, China en la del gran comercio a escala planetaria.
En el mundo occidental se dan también otros dos liderazgos muy distintos y turbulentos, con personajes muy parecidos y decididos a unir fuerzas para conservar la supremacía más atrabiliaria, los líderes de Estados Unidos y la Gran Bretaña.
En el mundo político europeo parece existir sólo un caballero que es una dama, Ángela Merkel, pieza clave de la Unión Europea que debe consolidar su poder frente a ese nuevo bloque constituido por Estados Unidos e Inglaterra.
El espacio musulmán sigue siendo la manzana de la discordia mundial lo mismo para los musulmanes que para los no musulmanes, pero atrás de unos y otros se advierte la mano norteamericana en colisión con los intereses rusos, turcos, egipcios, o árabes. De momento es claro que el presidente de Estados Unidos puede mandar matar a quién sea sin que eso sea un delito. Lo sorprendente es que todo mundo, es decir, los grandes líderes, acabe justificando el hecho, lo cual revela que todo mundo también lo puede hacer y lo hace, esperando la misma actitud de obsequioso silencio.
América Latina podría muy bien fundar un nuevo partido continental, el de los cómicos unidos, pues a no ser por las tragedias que provocan, buena parte de nuestros líderes parecen cómicos, ya desde su misma apariencia cuando se nos presentan enfundados en llamativos trajes militares colmados de autocondecoraciones, gesticulando como malos actores, echando discursos grandilocuentes, con lenguajes arcaicos, o aferramientos al poder como ocurre en Nicaragua, con la pareja inamovible que la gobierna, en los tinos y desatinos de los gobiernos en Chile, Colombia y Ecuador, en el inalterable tango que es la política argentina, o cuando vemos al evangelismo neurótico afianzar posiciones en Bolivia, Honduras o Brasil para apoyar a la ultraderecha norteamericana más conservadora, a fin de cuentas, sus permanentes patrocinadores. En definitiva, más un circo, un partido de cómicos, que un ejercicio de gobierno respetable, orientado a dar resultados constatables y permanentes.
México por su parte vive esta nueva “política presidencial de amortiguamiento” dentro y fuera, siempre sumisa a las inmortales enseñanzas del juarismo en lo que se refiere al sometimiento de la soberanía a los dictados del gran hermano, Estados Unidos, pero eso sí, con una inconmovible esperanza, acaso su mayor tragedia.
Y mientras el mundo sigue sumergido en el terrorismo político, en ese juego perverso de tensiones hábilmente manejadas, de amenazas de guerras o invasiones inminentes, con subidas y bajadas de las bolsas y las cotizaciones, de Tailandia a Singapur el único horizonte que siguen conociendo es el de la prosperidad sostenida, con poca política y mucha laboriosidad, en un marco social donde la corrupción y la impunidad se mantienen en bajos niveles.
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