Hay que ir al MUSA
Siempre es grato entrar en la antigua rectoría de la Universidad de Guadalajara, ahora Museo de las Artes, porque además del importante punto de que tiene entrada gratuita para todo el público, es un edificio agradable y vivo, con personal amable, y porque se ha esmerado en la presentación de exposiciones interesantes, algunas muy importantes y a veces extraordinarias y únicas, como la que el año pasado se montó sin escatimar ningún esfuerzo para explorar la obra y las múltiples referencias intelectuales y afectivas de Guillermo del Toro.
Entrar a la tienda del MUSA es también un placer. Tiene la calidad y el buen gusto de las mejores tiendas de museos del mundo y ofrece muchas cosas bonitas como para regalo, además de una buena selección de libros. Vale la pena estar al pendiente de la cartelera para saber qué programa ofrece el MUSA cada semana, pues además de las exposiciones suele tener conferencias y otros actos culturales.
Y ahora todavía hay tiempo, hasta el 22 de marzo, de ver una excelente muestra de pinturas de caballete, dibujos, estampas, gouaches de los tres muralistas mayores, cuyo título es Orozco, Rivera, Siqueiros: la exposición pendiente. Son setenta piezas hechas entre 1915 y 1968, entre ellas obras maestras no muy conocidas, que pertenecen a la estupenda colección del museo capitalino Carrillo Gil. Álvar Carrillo Gil (1898-1974) fue un notable pediatra yucateco que, además de haber sido amigo personal de los tres pintores presentes en la actual exposición y de muchos otros, logró junto con su mujer Carmen Tejero conformar la que es probablemente la mejor colección de arte mexicano del siglo XX. El museo, en la avenida Revolución en México, fue proyectado por el museógrafo Fernando Gamboa y el arquitecto Augusto Álvarez, y se inauguró el año de la muerte del mecenas.
La razón por la cual el título es “la exposición pendiente” es que la muestra la planeó precisamente Fernando Gamboa para que viajara a Santiago de Chile, donde debía ser inaugurada el 13 de septiembre de 1973 en el Museo Nacional de Bellas Artes. Pero eso nunca ocurrió, porque la antevíspera tuvo lugar el golpe de Estado contra Salvador Allende. Y encima, lo que debe haber provocado casi un infarto a las autoridades de Bellas Artes y del Carrillo Gil fue que las obras estaban guardadas ni más ni menos que en el Palacio de la Moneda, sede de la Presidencia, mientras lo bomberdeaban los sublevados. El material periodístico y audiovisual complementario que se presenta en el MUSA cuenta toda esa rocambolesca historia y cómo una delegación mexicana viajó de inmediato para cerciorarse del estado de las pinturas.
El curador de la muestra actual, Carlos Palacios, reconstruyó, gracias a los archivos de la época, la exposición planeada por Gamboa, que por fin se pudo ver en Santiago de Chile en 2015 y que ahora está en Guadalajara.
Pero también estaba “pendiente” esta exposición porque ofrece un aspecto poco conocido de los tres pintores, mucho más amable y menos ideológico que de costumbre, con paletas distintas a las que generalmente se asocian con ellos: una preciosa escena callejera de Nueva York de Orozco, por ejemplo; estupendos cuadros cubistas pintados por Rivera en Europa, lejos de sus murales de monigotes grotescos; magníficos retratos hechos por Siqueiros...