Ideas

Haciendo planes

Volver a casa después de una larga cuarentena en la cual vi frustrados todos los proyectos que llevaba agendados, me ha dado mucho tema para reflexionar…

A todos nos gusta hacer proyectos, y no siempre resultan precisamente como los soñamos. Unas veces porque nos falta visión para calcular, otras porque no seguimos las instrucciones. Así como el arquitecto que traza sus planes y luego los constructores no cumplen lo indicado…

Nos olvidamos que tan sólo tenemos un presente para vivir y disfrutar y hacer nuestros planes conforme al programa de Dios.

Lo pasado ya no está en nuestras manos y el mañana es incierto e inseguro. No obstante, vemos cómo los tiempos nos enseñan muchas lecciones: llega la primavera y luego el verano con sus lluvias bien programadas, y el campo reverdece y vemos brotar flores por todos los caminos. Pero es que la naturaleza que sigue puntualmente los planes establecidos por su Creador.

Tan sólo en ser humano dotado de inteligencia y libertad, se cree tan suficiente como para cambiarle la página y hacer sus propios planes como le parece o conforme le viene en gana.

Y no es que precisamente todo esté mal, simplemente se trata de reconocer que somos parte de un conjunto no sólo planetario, sino universal donde todo tiene un sentido, un propósito y un fin.

Y al ser humano se le ha dado una labor determinada en este conjunto de actividades: mejorar y completar la obra encaminada.

Esto supone cumplir lo que está establecido en los planes divinos para cada uno de nosotros y así cumplir la voluntad de nuestro Creador.

Y no es nada nuevo, tal vez lo he repetido con demasiada frecuencia: lo que se nos pide es estar en favor de la vida y hacer florecer en todo y en todos cada vez más el amor, el verdadero amor, porque hay enamoramientos o disfraces de amor, que son todo lo contrario.

Y vemos lo que sucede en nuestro mundo donde se escucha y se proclama a grandes voces y hasta se elogia aquello que está en contra del proyecto divino.

Un mundo así no puede funcionar adecuadamente y en los momentos en que todo se sale da cauce, primero nos asustamos y luego volteamos a ver a quien podemos acusar como culpables.

Donde la vida vale poco o nada, porque cualquiera ataca y mata, y el aborto es no más normal y en las películas corren galones y galones de pintura simulando a sangre de las víctimas de la violencia.

Donde se aplauden las parejas absurdas o se pregona como progreso las prácticas trans, que no son sino falta de aceptación de lo que Dios te ha dado y en determinado momento sucede que en un mundo machista donde la mujer es devaluada, ahora los hombres quieren pasarse al bando femenino.

Y no son fantasías alarmistas. Estamos espantados por una pandemia, y no nos horrorizamos porque haya más muertes por agresiones.

Estamos asustados por una enfermedad que causa estragos y no reaccionamos ante la droga que causa males aún mayores.

Pero todo eso es normal, eso es “negocio”. Y hay también las otras armas invisibles que agreden y matan sin tocar, esas que abundan en las redes y se propagan como incendios que destruyen y asesinan virtualmente.

En fin tenemos que recapacitar en todo aquello que “no es de Dios” y encontrar el cauce de nuestra identidad de seres creados a su imagen y semejanza, volviendo a la primigenia idea que Dios tuvo al poner en nuestras manos las riendas del mundo y de la vida para que le ayudáramos a elevar y mejorar el universo invadiéndolo de Amor.

Entonces sí seremos retornar al plan primero que surgió en la mente del Creador felices de y a su lado, colaborando con él seríamos los primeros beneficiados porque nada ni nadie podrá vencernos.

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