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Hacia una igualdad de género en el futbol

El próximo Paro Nacional de Mujeres del 9 de marzo no es un día de asueto, sino una fecha donde se pretende alertar acerca de las desigualdades de género que han llevado a que las mujeres sean asesinadas, ganen menos dinero, y sufran mayor acoso sexual y laboral que los hombres. Estos desequilibrios también están presentes en el futbol a lo largo de su historia (el primer Mundial varonil reconocido por FIFA fue en 1930, mientras que el Mundial femenil oficial no se organizó hasta 1991), y se sustentan en discursos históricos de género que han limitado la participación de las mujeres en el balompié.

El ensayo “Mujer, Deporte y Futbol”, de la doctora en historia Martha Santillán y recopilado en el libro “Futbol-espectáculo, Cultura y sociedad”, hace un pequeño repaso al discurso de género que impidió a las mujeres la práctica deportiva bajo las mismas condiciones de poder que los hombres. Recordemos que el propio barón Pierre de Coubertin, creador de los Juegos Olímpicos modernos que iniciaron en 1896, fue un activo opositor a que el sexo femenino participara en estas competencias al considerarlo “aberrante y contrario a la salud pública”, y con prejuicios tales como que el deporte causaba infertilidad. Esto ocasionó que la mujer no se incorporara a las Olimpiadas de manera plena hasta 1928.

Coubertin y muchos hombres eran (y son) hijos de un discurso que reservaba a los varones las actividades de “fuerza corporal” como el futbol bajo falsas dicotomías donde la mujer era la debilidad o la dulzura y su contraparte era la fortaleza o la rudeza. Dice Santillán que: “Hasta mediados del Siglo XX, distintas áreas de estudio (como la biología o la psiquiatría) dedicaron muchos esfuerzos para argumentar, a partir de diferencias anatómicas, que las mujeres sólo podían realizarse social y moralmente a través de la maternidad y la procreación enmarcada por la familia monogámica heterosexual. Ello reforzaba la creencia de su debilidad física y mental, al igual que su incapacidad de realizar cualquier otra cosa que no fuera procrear”.

Este discurso hegemónico derivó en que las mujeres no asumieran un rol social activo en la práctica física del balompié y, al mismo tiempo, engendró un estereotipo en el cual la mujer que jugaba futbol era extraña, “poco femenina” y con ello, tuviera más dificultades para hacerse un camino dentro de la industria del futbol, que incluye el tema de los salarios y que la mujer viva de la práctica deportiva de la forma en que lo hacen los varones.

Aunque a partir de la segunda mitad del Siglo XX, las barreras que alejaban a las mujeres del futbol empezaron a resquebrajarse, lo que llevó entre otras cosas a organizarse el primer Mundial femenil reconocido por FIFA hace 29 años, todavía existe un recelo a la plena participación del sexo femenino en el balompié, especialmente en México. “La situación que enfrentan quienes ingresan a la industria del futbol no es completamente equitativa y en ocasiones llega a ser hostil. Es innegable que persisten prejuicios de género, aunado a una carencia de soporte y de estímulos a nivel institucional”, señala Santillán en su texto.

En síntesis, todavía falta un largo trecho para llegar a un reconocimiento equitativo del balompié femenil con su equivalente masculino, y una buena idea para comenzar sería mediante la revisión y despiece de esos discursos de género que se tienen sobre la mujer para que la participación de ellas en el balompié sea más activa y, en un futuro, más igualitaria. 
 

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