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Hablemos del elefante

Nadie quiere hablar del elefante, pero ahí está, en la sala, en el centro de la casa, haciendo dagas, rompiendo las lámparas y los sillones, dejando las marcas en las paredes, las boñigas en el suelo, dañando a las visitas. El elefante tiene nombre y apellido: se llama inseguridad, se apellida violencia y es hijo del crimen organizado y de la corrupción de las instituciones.

Los candidatos debaten entre ellos haciendo como que el elefante no existe, como si eso que está en medio y les impide verse los unos a los otros fuera algo fugaz, un banco de niebla que desaparecerá con la salida del Sol (todos claro, creen que ellos son el mismísimo Sol) pero el elefante no solo no va a desaparecer, sigue engordando, ganando espacio en la sala, comiendo territorio.

En ninguno de los documentos de los candidatos a gobernar Jalisco hay un diagnóstico crítico del problema de seguridad. En todos hay una serie de acciones a emprender, hasta esquemas de colores, para reducir los efectos de la presencia del elefante: hay que bañarlo, hay que recoger las heces, hay que evitar que el mastodonte siga aplastando a nuestros jóvenes, matándolos o desapareciéndolos, pero ninguno se pregunta quién alimenta al elefante, a quién obedece, quién lo puso allí y quién se beneficia con su presencia.

El elefante tiene nombre y apellido: se llama inseguridad, se apellida violencia y es hijo del crimen organizado y de la corrupción 

Todas las propuestas, ninguna muy original pero unas claramente mejor articuladas que otras, plantean las fallas institucionales. Y que bueno, una gran parte de la inseguridad pasa por la impunidad y la ineficacia de las instituciones de procuración y justicia. Pero cuando quieran mover las cosas se toparán con que la tropa del elefante llega hasta allá, que el crimen organizado tiene operadores en el Poder Judicial que defiende sus intereses, que la fiscalía, las policías, las agrupaciones empresariales, sus propios partidos tienen vínculos con el animal cuando no son parte de él. ¿Qué puede hacer un gobernador frente a ello?

Lo primero es llamarle por su nombre y reconocer su presencia. La segunda, mucho más compleja, es ponerle nombre, apellido y averiguación previa a quienes lo alimentan: empresarios, políticos, jueces, policías, etcétera. Sacarlo de la sala no es tarea sencilla y hay que tener claro que no se resuelve en un sexenio. Primero hay que enflacarlo, y el animal hambriento se volverá más agresivo. Quien lo enfrente no verá los beneficios, pero no hacerlo implica convivir con él y gobernar solo en el pequeño rincón de la sala que deja el mastodonte.

Hoy, hace exactamente 25 años, el elefante se llevó entre la patas a un cardenal (algunos creemos que el cardenal se metió entre la patas del animal, otros que simplemente lo aplastó, pero para el caso es lo mismo). Hubo gritos y protestas, pero no pasó nada, siguió creciendo. Hace dos días se llevó a Tadeo, un bebé de ocho meses. No puede haber víctima más inocente.

Basta ya. Hablemos del elefante.

(diego.petersen@informador.com.mx)

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