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Guillotina sin piedad en la “nueva” Comisión de Derechos Humanos

En la teoría, la Comisión Estatal de Derechos Humanos Jalisco es un órgano que debe garantizar que, precisamente, los derechos humanos se hagan respetar. En la teoría…

Porque, en la práctica, el arranque de la nueva administración en la que muchos llaman la “defensoría del pueblo”, no pudo ser más accidentada.

De entrada, la selección de la nueva presidente, Luz del Carmen Godínez, lució eclipsada por el hecho de que ella viene de un Gobierno municipal de Movimiento Ciudadano. Eso no es sólo una traba para ventilar desde esa instancia las serias omisiones que ha habido en el trato de, por ejemplo, las desapariciones o la violencia en Jalisco, sino que va en contra de los mismos lineamientos de selección.

Detrás de su toma de protesta hay una serie de procesos legales que ya se cocinan y que no sólo vienen de quienes aspiraron a ese puesto y cumplieron todos los requisitos de ley, sino de la sociedad civil organizada.

Pero, al menos ahora, ese es el menor de los males.

Lo peor es la forma en la que, desde el 2 de agosto que ella tomó formalmente las riendas de la Comisión, se han ejecutado los ceses del personal sin base en esa institución. Paradójicamente, la guillotina en Derechos Humanos se echó a andar sin respeto alguno a esos derechos.

Una forma políticamente correcta habría sido que la nueva presidente encarara al personal que sería relevado para conocer los pendientes y las formas. En su lugar, la titular del órgano interno de control es quien les ha pedido que simplemente “mañana ya no vengan”.

Y a eso se añade que la nueva administración está a nada de recibir una oleada de denuncias por falta de liquidación, pues no son pocos quienes exigen que se les entregue lo que por ley les corresponde al cerrar su relación laboral con Derechos Humanos.

Pero la guillotina simplemente advierte que quien debe liquidar es quien contrató y no quien despidió. Es decir: Alfonso Hernández Barrón. ¿A poco la ley laboral se hizo para respetarla? Avísenles.

Y esa es la realidad hacia adentro de la Comisión. Hacia afuera es todavía peor, pues los procesos se han entorpecido porque las áreas clave de la Comisión están acéfalas o con interinatos, y en consecuencia funcionan a la mitad… o de plano ni eso.

¿Ahora quién se encarga del seguimiento a las quejas, a las denuncias, a las recomendaciones?

Luz del Carmen Godínez, la nueva presidenta de la Comisión, ya ha confirmado que va a mover a todos los directivos, y esa no es necesariamente una mala noticia. Pero si los cambios que se vienen están emparejados con nombramientos a modo, esta Comisión, que ha sido olímpicamente ignorada por la autoridad, ahora sí se convertirá en una costosísima máquina de fax: existe, pero a nadie le funciona.

Como en toda institución pública, hay perfiles que se vuelven indispensables y otros que existen para cobrar sin mover un dedo, pero en la reconstrucción de una institución tan ninguneada como Derechos Humanos, este arranque de administración no pinta para nada bien. Y eso, en un Estado al que se le exige un freno a la violencia desmedida, a los bloqueos, las desapariciones y los serios problemas ambientales, significa la peor de las noticias.
 

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