Ideas

Guadalajara, va

Vengo a Guadalajara una vez cada año, a un espacio y a un momento en los que la ciudad florece de manera especial y única, los días de la Feria Internacional del Libro.

Son días magníficos, cargados de inteligencia, humor, creatividad, mala leche y buena fiesta, que los asistentes a la FIL disfrutan y multiplican al encontrarse unos con otros, en medio de la promesa de torrentes de jóvenes lectores que atestan salones donde se habla de libros, saludan y se toman selfies con los autores que admiran y se llevan a sus casas muchos libros que probablemente olviden y otros que nunca olvidarán.

La ocasión y la experiencia son magníficos. Tienen lugar en el ámbito de una ciudad que los asistentes a la fiesta en el fondo no conocemos, o conocemos sólo por sus síntomas obvios: congestiones de tráfico dignas del cuento la Autopista del Sur de Julio Cortázar, donde la vida toda puede cambiar durante un embotellamiento, una sucesión de restaurantes memorables, antros insomnes donde se baila hasta el amanecer, y el lujo casi insoportable de los árboles de calles y avenidas que son como el segundo piso o un primer techo de la ciudad, la sucesión de tabachines, jacarandas, colorines, parotas, y unos emisores increíbles de flores amarillas que aquí llaman primaveras.

La fiesta que describo es cada año, pero este año he visto, preguntado, sabido y pensado cosas que me sacaron de la burbuja de la fiesta de la FIL y me permitieron ver algo de la enorme, exitosa y pujante ciudad que está detrás, creciendo en el sentido correcto, corrigiendo sus males, mejorando su desempeño, volviéndose cada año, desde hace varios años, una ciudad extraordinaria, a la vez envidiablemente autóctona y global.

Para lo global basta la propia FIL, que ha puesto el nombre de la ciudad en el mundo como el acontecimiento libresco de mayor prestigio y visibilidad de Iberoamérica.

Pero aparte del brazo largo de la FIL, la ciudad  -y hablo de toda  la ciudad conurbada, con sus poderosas piezas municipales: Zapopan, Tlaquepaque, Tonalá, Tlajomulco, Ixtlahuacán, Juanacatlán, El Salto, Zapotlanejo -ha crecido en estos años como anfitriona de industrias de punta, cuyo vigor y calidad pueden medirse por el hecho de que, hace ya algún tiempo, hay en esta ciudad scouts de empresas estadounidenses buscando fichar ingenieros, ejecutivos, administradores y trabajadores especializados, para llevárselos al otro lado, como alguna vez los scouts encontraron a Rafa Márquez para llevarlo a Europa para triunfar en el Barcelona.

La red de instituciones de educación superior de la ciudad, tanto públicas como privadas, es una de las más potentes de la república. Incluye la vitalidad de sus marcas emblemáticas, la Universidad de Guadalajara y el ITESO, que no sólo han mantenido su calidad sino que la han ampliado; la presencia potente, siempre competitiva, del Tec de Monterrey, y opciones más recientes como la Universidad Panamericana, joyas de la corona de una oferta de educación superior que explica en gran medida el aire de espacio joven y en movimiento que respira la ciudad y que se hace presente, concentradamente, en la FIL de cada año.

El tráfico de Guadalajara es una desgracia, pero empezaron a darle soluciones con la construcción de su tren ligero, la mejoría sustantiva de sus grandes avenidas con pisos de concreto, y la promoción de vías alternativas de movilidad, creando exquisitas zonas peatonales en sus enclaves históricos, y canales de circulación por bicicleta.

Muchas de estas cosas saltan a la vista y otras no se ven si no se pregunta por ellas, pero hay un asunto evidente que es difícil de ver porque lo envuelve todo y parece obvio, aunque lo es. Me refiero a la calidad de la administración municipal: limpieza, señalizaciones, normas peatonales y vehiculares. Guadalajara es un espacio urbano complejo microscópicamente bien administrado.

Las cifras de pobreza y marginación de la ciudad, de Jalisco en general, han caído bastante, en una tercera parte, de 31% a 21%.
Todo lo cual quiere decir sencillamente que Guadalajara es una ciudad al alza, y se le nota.

Sabemos cuál es el hoyo negro, el pecado mayor, tanto de la ciudad como del Estado. Es también el hoyo negro de México: la presencia creciente del crimen organizado. Guadalajara y Jalisco han visto nacer y crecer al cártel Nueva Generación, una de las dos organizaciones criminales de dimensión nacional, que extienden sus metástasis, su violencia y sus guerras por toda la república.

Ni Guadalajara ni Jalisco parecen dispuestos a, ni capaces de, luchar contra eso. Pero menos dispuesto parece el responsable mayor de resolver el problema, el Gobierno de la República, que en esta materia quiere abrazos, no balazos.

Hay partes de Jalisco como Lagos de Moreno, que no sólo conviven con la realidad criminal, sino que son territorios tomados por el crimen: zonas de silencio.

No es el caso de Guadalajara. La vida cotidiana de la ciudad no está regida por el miedo, aunque el crimen esté metido en muchos de sus espacios centrales. Dicen quienes pueden recordar que el ambiente de violencia física que se vive en la ciudad de hoy es menor que el de las épocas de las pugnas estudiantiles armadas de los setentas o de los excesos del narco en los ochentas y noventas del siglo pasado.

En Guadalajara, como en la Ciudad de México, se puede vivir libremente y sin temor, con las debidas precauciones del caso, evitando los lugares y las horas que todo mundo sabe que debe cuidar.

Y la ciudad se expande inmobiliariamente a un ritmo de inversión que sería impensable si hubiera una inseguridad crónica y cotidiana, dominada por el crimen.

Por último, y autorizo a los editores a suprimir estas líneas, diré que la ciudad está en paz futbolísticamente, equilibrada en algo que a muchos les parecerá una estupidez pero que aquí es un asunto serio: el Atlas ganó finalmente dos campeonatos y aunque las Chivas sigan siendo lo multicampeones que son, a los atlistas les alcanza hoy para decir: “Aquí estamos también nosotros, cab..."

El gran asunto local de quién es mejor en las canchas y en el llano, empezó de nuevo.

Faltan los Leones Negros en la liga mayor de la ciudad, porque esta fue siempre una ciudad de tres equipos, pero esto ya es metafísica futbolera retrospectiva, especialmente tratándose de un aficionado villamelón, como quien esto escribe
De la política no hablo. Que la resuelvan quienes la hacen.

El punto para mí es más simple: Guadalajara, va.

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