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Guadalajara: por una narrativa que la descifre

Se sabe: una ciudad, por definición, es inabarcable. Lugar de épocas y arduos decenios, de incontables proyectos, mínimos o grandiosos, de largas costumbres que luego desaparecen para que haya otras nuevas. Fracasos, tentativas, titubeos, algunas victorias, como una vasta nave que avanza cruzando siempre la línea de sombra.

Es evidente que la historia de Guadalajara, de su zona conurbada, ha sido trabajada por numerosas personas. Al respecto existen miles de páginas difícilmente abarcables. Pero tal vez no tengamos una narración actual, lisa y llana, de lo que la ciudad es. Y si no sabemos esto, no podemos imaginar un mejor futuro.

Primero el agua, raíz de lo que significa estar aquí. De la cuenca tapatía hasta la laguna de Chapala, el Río Santiago que a fuerza de envenenarlo pasó de ser un importante activo hidrológico a constituir una amenaza, las presas existentes o inacabadas o imposibles. El bosque de la Primavera.

De forma paralela la topografía, a la que siempre define lo hidrológico, los sismos y sus destrozos. Luego la urbanización, el casco original y todo su devenir con las graves pérdidas patrimoniales y todo lo que aún resta.

La ecología general, fauna y flora.

Las energías. De dónde llega la corriente eléctrica: un ejercicio que vaya desde los grandes generadores hasta el apagador doméstico. El gas natural y sus trayectos y repartos.

Y el ingente y cotidiano tratamiento de residuos sólidos y líquidos. Su disposición final y sus impactos. Y la economía regional. La seguridad pública, sus principales matrices y causales. Las organizaciones encargadas de este vital rubro.

Puede que lo anterior esté bien estudiado, por universidades y academias. Lo que hace falta es un proyecto sencillo, a la imagen de los que hacía el benemérito profesor Tomás Zepeda Sahagún. La ciudad y el estado presentados en un cuadernillo de 80 páginas. Sería de gran utilidad y serviría para que todos supiéramos en dónde estamos parados y qué podemos esperar. Y más: qué podemos hacer. Vamos intentándolo.

El cuadernillo de referencia sería, obviamente, una síntesis de cada especialista sobre su área de trabajo. Pero luego se requiere una “traducción” al alcance de todos. Así, en dos o tres sentadas se podría leer el contenido, apreciar sus sencillas y eficaces ilustraciones. No debería faltar un ejemplar cuando menos en cada casa tapatía.

Así, podremos reconocer los retos del tiempo actual, y los del futuro. No faltaría una sección del cuadernillo que pusiera de manifiesto el patrimonio cultural. En él, en su conservación y su futura creación, se cifra el más precioso de los recursos de una comunidad.
 

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