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Guadalajara está en San Juan de Dios

El momento fue muy emotivo.

Después de cinco horas de trabajo en la madrugada y 55 pipas de agua, los bomberos tapatíos abandonaron el mercado San Juan de Dios entre ovaciones y aplausos de los locatarios. 

Un total de 350 apagafuegos de toda la metrópoli contuvieron las llamas de un siniestro que dañó 426 locales de los cerca de tres mil que lo componen. 

Leí y escuché testimonios de locatarios todo el día. La mayoría expresaban pesadumbre, claro, pero sobre todo coraje por salir adelante. En verdad noté una especie de arrojo y urgencia bravía por reponerse. 

Los testimonios que revisé se alejaban del victimismo de otras tragedias similares en donde se culpa y responsabiliza sólo a la autoridad. Como si los estragos de la crisis sanitaria, pensé, nos hubieran dejado cicatrices para recordarnos de qué somos capaces. 

La propiedad de los locales, en su mayoría, proviene de un linaje familiar de dos o tres generaciones. Son comerciantes que adquirieron su local desde 1958 cuando el arquitecto Alejandro Zhon construyó el inmueble.  

En Guadalajara hay sólo tres edificios declarados por el INBA como Monumento Artístico: la Casa Cristo y la Casa González Luna, ambas de Luis Barragán y localizadas en la Colonia Americana, y el Mercado Libertad. 

El decreto federal apunta que elaborado con su tabique de barro vidriado, San Juan «representa una expresión artística de la arquitectura mexicana orientada hacia el servicio público». En otras palabras, el mercado materializa la idea de un tianguis mexicano en un edificio. 

Por eso lo que ocurrió ayer fue una tragedia y un milagro. Una tragedia porque se quemó alrededor del 12% de los locales comerciales, pero un milagro porque los bomberos contuvieron un incendio que pudo acabar con el mercado más grande de América Latina.  

Salvaron también el ícono más tapatío después de la Catedral -un amigo bromea que Guadalajara está en San Juan de Dios y no al revés-.

Para valorar San Jonhy, tratemos de respondernos: ¿Cuál es la diferencia entre un gran centro comercial de moda cercado por edificios de lujo y San Juan de Dios en el corazón de Guadalajara? 

Que en el primero, el aire acondicionado, los restaurantes costosos, las prendas de marca y el oculto lavado de dinero crean la pantalla de un mundo artificiosamente ideal. 

En cambio, en San Juan de Dios se mezclan las baratijas y los artículos de primera necesidad, la comida tradicional y la res recién sacrificada, la piratería y los pasillos con pájaros, el placer y el crimen, todo convive expuesto y a la luz del día de una forma más visceral, es decir, más parecida a la realidad.  
 

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