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Guadalajara, en donde las “arañas” harán su nido

Mi pequeña amiga Victoria aprendió a manejar el año pasado, a sus 40 años. El otro día, mientras conducía, me compartió su recién inaugurada visión de la movilidad y el espacio público como conductora: «Todo mundo en esta ciudad, peatones, ciclistas, automovilistas, se mueve como si sólo ellos existieran». 

Su observación me pareció clara y con un cierto asombro infantil, como cuando un niño le señala a un adulto un aspecto de la realidad que, por reiterativo, éste había dejado de observar. Una sensibilidad difícil de encontrar en cualquiera de los «cafres» que conducen a diario en esta jungla encementada, en donde prevalece la ley del más gandalla. 

Seamos autocríticos. Entre los tapatíos (me incluyo) se afianza cada vez más una inconsciencia, no sólo del espacio público, sino de la noción de lo colectivo o de los «otros». Pareciera que nos forjamos una idea de «ciudad individual» en donde el sentido social de la polis se perdió. El ideal de vivienda está en un coto franqueado por bardas electrificadas; a pocos les importa el nombre de su vecino, la gente tira basura en las esquinas y los automovilistas se estacionan en donde les place.  

Este individualismo voraz se refleja con más claridad en nuestra cultura vial. Si el inconsciente del conductor promedio hablara, diría algo como: el espacio público existe para mi comodidad sin importar que friegue a los demás. 

Por eso hay que ver con un sentido crítico y autocrítico la nueva política de Pablo Lemus para implementar las llamadas «arañas» o inmovilizadores para autos mal estacionados, igual que los usados en CDMX. 

De entrada, no se trata de una política pública que resolverá el problema de los autos mal estacionados. Incluso habría que analizar si agravaría el problema y la corrupción. 

La idea no es mala en sí misma. Lo malo es que nos la venden como una fórmula: A + B = C, en donde A son los autos mal estacionados, B las “arañas” y C la solución mágica del problema. 

Una pobre cultura vial combinada con ineficiencia gubernamental y corrupción garantizan el fracaso de un proyecto como este. Imaginemos un auto en la calle Juan Manuel con una “araña”. No sólo entorpece el tráfico, también le da más elementos a la mafia de las grúas para hacer su negocio. Tampoco hemos erradicado el problema de los apartalugares.   

Por otro lado, ¿qué ha pasado con los agentes de movilidad del municipio? Se supone que estos elementos, incorporados en 2015,  eran la solución para retomar la rectoría del espacio público. El año pasado aplicaron prácticamente la mitad de las multas impuestas el año previo a la pandemia. Estos números que obtuve vía transparencia apuntan a que relajaron la supervisión pues ha aumentado el caos vial en el Centro y la anarquía en corredores gastronómicos y comerciales. Los municipios también son responsables de la movilidad. No sólo la Policía Vial. 

Si nuestra cultura vial no cambia, si el gobierno continúa ofreciendo fórmulas de relumbrón, si no se pone en orden a gruyeros y apartalugares, ni todo un zoológico de “arañas” funcionará para tener una Guadalajara más ordenada.

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