Guadalajara de Alcalde
El nombre oficial de Durango es Victoria de Durango. Campeche se llama San Francisco de Campeche. ¿Alguien había escuchado de Toluca de Lerdo, Santiago de Querétaro y Culiacán Rosales? Son algunos de los 12 nombres oficiales de capitales del país que tienen un sufijo.
La propuesta de rebautizar como Guadalajara de Alcalde a la ciudad, en honor a Fray Antonio Alcalde, generó un debate digital bastante comprensible (en la Edad Media también había un gran alboroto cuando alguien denunciaba a una bruja voladora).
De entrada no se trata de una iniciativa formal sino de “la propuesta de una propuesta”. Pero en el cadalso digital, el matiz es un lujo de los perdedores.
Luis Cisneros, regidor emecista de Guadalajara, presentó, creo que con desatino comunicativo, la “Iniciativa Guadalajara de Alcalde”. Ésta consiste, no en una iniciativa rebautismal como indica su nombre, sino en un programa con mesas de trabajo, análisis y propuestas para conmemorar el aniversario luctuoso de Fray Antonio Alcalde el próximo 7 de agosto.
Entre estas iniciativas, una de ellas plantea analizar y debatir si renombramos a la ciudad como Guadalajara de Alcalde (con enorme sentido práctico, alguien sugería llamarla Guadalajara de Acá para distinguirla de la Guadalajara de Allá en España).
En todo caso antes hay varias estafetas. Primero, que el grupo de notables (historiadores, cronistas, académicos, políticos) avale la propuesta. Luego que se presente el 7 de agosto ante el cabildo tapatío para que se vote directamente o se someta a una consulta popular. En este momento ni siquiera hay una iniciativa o documento formal.
La principal crítica radica en que “hay cosas más importantes para atender en la ciudad”. Pero me pregunto, ¿por qué nos indigna tanto algo que consideramos tan nimio? ¿No es ésta en sí misma una contradicción?
Ningún tapatío sufrirá una transformación interior, radical e iluminadora, por conocer mejor el legado de Fray Antonio Alcalde. Pero tampoco nadie no lo hará si lo conoce.
La visión historicista que engrandece nuestro pasado (la invencible raza de bronce et al) siempre me ha parecido un atajo para darle la vuelta a los desafíos del presente.
Supongo que celebrar el Día del Tejuino o la Torta Ahogada no genera tanta polémica -ni rechazo de líderes partidistas y de bancada- pues, ¿hay algo de mayor actualidad para la agenda pública que la panza de los tapatíos y las tapatías?
Victoria de Durango, Tlaxcala de Xicohténcatl o Guadalajara de Alcalde. Con o sin sufijo, en el nombre llevaremos la penitencia de la realidad presente.
Fe de erratas.
“Las grandes empresas pagaban hasta 2021 unas tasas efectivas de ISR de entre el 1 y 8% del total de sus ingresos, muy por debajo del 30% que establece la ley”, señala el reporte de Oxfam México. Y no como apunté ayer, equivocadamente, al referirme “a tasas efectivas sobre sus ingresos”. Agradezco a Pedro, un generoso lector que me escribió para señalar esta imprecisión. Seré más cuidadoso.
jonathan.lomelí@informador.com.mx