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Guácala, coyotito, levantón, zape y covid…

Me gusta imaginar las palabras como llaves que abren puertas a otros mundos. Sin esas llaves y sus combinaciones sería imposible acceder a nuevas experiencias. Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo, escribió Wittgenstein. Por eso hoy hablaré de palabras.   

El Diccionario del español de México elaborado por El Colmex cumple medio siglo de vida como el único fuera de España que estudia cómo hablamos los mexicanos. A diferencia de los diccionarios de mexicanismos, elaborados en España con palabras que a ellos les resultan exóticas, este compendio se centra en el español mexicano. Recientemente incorporó estas nuevas palabras: Guácala, coyotito, levantón, zape y covid… creo que todos sabemos qué significan (y zape al que no sepa).  

Con más de 60 mil acepciones, el diccionario está disponible en https://dem.colmex.mx/, y cuenta con un sistema de búsqueda avanzada por categoría gramatical, materia, región y nivel (ofensiva, grosería, popular, literaria, rural). Ya se imaginarán en dónde está lo sabroso. 

Hay algunas palabras de la región Occidente del país que comprende Jalisco, Colima, Michoacán y Nayarit. Por ejemplo, taralata: molestia o enfado que causa una cosa. “Ay, qué taralata con este gobernador/Presidente”. 

Vienen otras palabras que reconocí fácilmente: picón, lonche, pajarete, convite y nuestro querido birote. Por cierto, esta última en la región Norte significa andar en cueros o desnudo: “Anda a birote por toda la casa”. Imagino una escena poco romántica con este calor: “Nos estorbó la ropa y nos quedamos en birotes”. 

Sobre palabras ofensivas la riqueza es extraordinaria. Hay una de Nuevo León que me pareció fea y discriminatoria: chirigüillo, que significa “inmigrante campesino o indígena”; “¿Quien invitó al chirigüillo?”. Otra más, chairo: “Persona que defiende causas sociales y políticas en contra de las ideologías de la derecha, pero a la que se atribuye falta de compromiso verdadero con lo que dice defender; persona que se autosatisface con sus actitudes”. El término fifí creo que necesita actualizarse: “Que viste con mucha elegancia o tiene modales muy delicados: un traje muy fifí, “¿A dónde vas tan fifí?”. 

Por materia, en lo relacionado con carpintería hubo un término que nunca había escuchado: machihembradora. ¿Qué se imaginan que pueda ser? La máquina que labra los cantos de las tablas que se van a ensamblar. De la categoría crónica política hay términos como cargada, cochupo y voltereta. 

Tristemente no encontré “maniado”, una expresión de mi ex suegra oriunda de un poblado de la Sierra Occidental. Por eso le escribí al Colmex para sugerirle esta definición: “Cargar con muchas cosas en las manos y malabarear dificultosamente con ellas”. Tampoco encontré “agusticidad”. 

Nuestro acervo de palabras es inagotable. En redes pedí algunas expresiones locales de las abuelas y me compartieron esto: melolengo, alzar tu pieza, gusguera, colear (trapear), andar todo chincual (ansioso), me dio el “camafaz” (sobresalto), mecachis, jíjole y úchale.      

El esfuerzo del Colmex es extraordinario. No me imagino una mejor forma de fomentar nuestra identidad que ampliando el corpus de palabras que usamos todos los días. Y créanme, aún hay groserías deliciosas, ofensas memorables, expresiones populares y una jerga enorme por descubrir. Los invito a que prueben y rompan los límites de su lenguaje.

jonathan.lomelí@informador.com.mx

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