Gracias, Serrat
Para JPV
Debe haber sido en 1970 cuando Joan Manuel Serrat se presentó por primera vez en Guadalajara, en el Teatro Degollado. Aunque llevaba cantando profesionalmente desde 1965, Serrat todavía no era famosísimo, aunque sí cuando menos notorio. En 1968 había protagonizado una controversia en España: lo habían elegido para representar al país en Eurovisión, cantando en español la canción “La la la”, que habían compuesto para él los del Dúo Dinámico, pero acabó renunciando a hacerlo porque lo empezaron a presionar sus colegas de la nova cançó para cantarla en catalán, y en tiempos del franquismo la cosa era complicada. Total, por fin la cantó Massiel (y ganó el primer lugar).
En aquel concierto en el Degollado, acompañado por su arreglista Ricard Miralles agachado sobre su piano, Serrat interpretó las composiciones de su disco del año anterior, de homenaje a Antonio Machado; posiblemente también haya cantado algunas de su autoría, que no desmerecen junto a las del gran poeta, porque Serrat también lo es.
Seguirían décadas y decenas de discos de Juan Manuel Serrat, aplaudido y querido por los públicos hispanoamericanos como pocos de su generación. En todos esos años y toda esa obra nunca se ha desligado de los poetas ni de su propia poesía. Ha grabado junto a otros grandes, como Sabina, otro vate. Serrat siempre halla el tono justo, y con una voz y una catadura que son lo más lejanas que hay de cualquier divismo sabe conmover a su público y captar -y comunicar- matices peculiares.
En diciembre pasado, a dos años de cumplir ochenta, Serrat anunció que dedicaría el 2022 a una gira extensísima para despedirse. En febrero el gobierno de España le impuso la Gran Cruz de la Orden de Alfonso X el Sabio, y con ella al pecho se lanzó por los muchos caminos y las muchas veredas que ha andado para recorrer de nuevo toda su música. En mayo se dedicó a despedirse de México: Guadalajara, Puebla, Monterrey y la capital. Empezó por Nueva York y terminará en Barcelona, en vísperas de Navidad.
Mucho hay que agradecer a Joan Manuel Serrat, una persona fiel a sí misma y a su estilo, y además, sensata y con sentido del humor, que por ejemplo nunca se montó en el catalanismo cerril tan de moda en los últimos años y siempre alternó catalán y castellano con total naturalidad (su madre era aragonesa). Muchas de sus canciones tienen versiones en ambas lenguas.
Pero quizá lo que más haya que agradecerle es su capacidad de acercar a la gente a los poetas, a la poesía, como un asunto cotidiano. Sin él, los adolescentes de entonces nunca habrían conocido la obra de Antonio Machado o Miguel Hernández. Y también por haber borrado los linderos entre música popular y música culta, a la manera que tan bien han sabido hacerlo por ejemplo los griegos y los franceses.
Entre los artículos que en homenaje al gran Serrat se han publicado en los últimos días, merece mucho la pena leer los del viernes 20 de mayo de Juan Villoro y Rafael Pérez Gay.