Gobernar con soberanas ocurrencias
Yo, su soberano, os traigo tres soluciones definitivas a sus problemas. Sólo hay que modificar algunas normas para que la magia ocurra sola.
Contra los motoladrones, prohibiremos la circulación de motocicletas con más de un pasajero en la Zona Centro, Paseo Alcalde, Chapultepec y Providencia.
Contra la violencia de género, instalaremos un GPS a los agresores de mujeres. Así actuaremos a tiempo en caso de que se acerquen a su víctima.
Contra la violencia homicida, realizaremos revisiones aleatorias a automovilistas para detectar armas ilegales.
Punto y aparte. Las anteriores son iniciativas que en estos días se debaten en Guadalajara. Se trata de reformas al reglamento municipal tapatío y una medida metropolitana del Gobierno estatal.
En la próxima sesión de Cabildo de la Perla Tapatía, se discutirán los cambios a la norma para restringir en algunos polígonos la circulación de motos con más de una persona.
La medida, propone su impulsor el regidor Luis Cisneros, sería por seis meses, no incluye multas y exceptúa a personal de seguridad y emergencias, a quienes comprueben su residencia en la zona, notificadores, mensajeros, repartidores de periódico y de plataformas digitales.
Por otra parte, la idea de un GPS para agresores de mujeres surge de Pablo Lemus. En su planteamiento, si existen Pulsos de Vida que geolocalizan a mujeres, ¿por qué no instalar otro a ellos?
Finalmente, las volantas son una estrategia de despistolización del Gobierno estatal en conjunto con las alcaldías metropolitanas.
Las tres iniciativas se engloban dentro de un concepto más cercano a la ocurrencia que a la verdadera utilidad social (hay quienes las llamarían propuestas de corte populista).
¿Cómo identificarlas? Generalmente se trata de proyectos con buenas intenciones, a veces en forma de ley o norma, que ofrecen soluciones instantáneas pero sin claridad sobre sus costos, viabilidad jurídica u operativa. Suelen ser muy mediáticas y vistosas para despertar el aplauso general, pero no atienden el problema de fondo ni fijan parámetros para medir su eficacia y resultados.
Y sobre todo, no toman en cuenta la afectación a terceros y ponen en entredicho el respeto a los derechos humanos. Por ejemplo, el libre tránsito que restringen las volantas o la criminalización detrás de las medidas contra los motociclistas y presuntos agresores de mujeres.
Por si fuera poco, este tipo de iniciativas sólo saturan y recargan más la capacidad limitada de los gobiernos para cumplir y hacer cumplir la ley. Esto genera más vacíos e ilegalidad pues hay más leyes que se incumplen.
En 2020, el Ayuntamiento tapatío aprobó una reforma contra la compra y venta de celulares robados. Consistía en prohibir su comercialización en tianguis y puestos ambulantes, así como obligar a comercios a expedir factura. A la fecha, esta disposición es letra muerta.
Estos días leo las Analectas de Confucio. Me dio risa uno de sus postulados que dice: «Es difícil ser soberano, pero tampoco es fácil ser vasallo». Menos cuando insisten en imponernos soberanas ocurrencias.