Gerente de banco
Llegaron hasta su casa tres veces en menos de un año. Sabían dónde vivía. La consigna era que él informara sobre clientes que retiraban grandes cantidades de dinero para que al salir de la sucursal fueran sorprendidos por los asaltantes tipo “conejero”.
Era el gerente de un banco que de un día a otro recibió llamadas de sujetos que lo amenazaron con agredir a su familia, conocían su domicilio exacto, número de integrantes, horarios. Al principio no lo quiso creer y entonces ocurrió la primera “visita” a casa.
El empleado bancario pasó a ser involuntariamente un informante de lo que cree fue o es una banda que operaba a la perfección: tenía infiltrados dentro de las instituciones bancarias que proporcionaban datos, falsos clientes que esperaban en las filas y afuera, los que ejecutaban el robo. Todos los compañeros de trabajo podían ser sospechosos de haberlo puesto a él como un operador delictivo.
Reportó a sus jefes. Cuando conocieron su historia no quisieron involucrarse por temor a represalias y le ofrecieron cambiarlo de sucursal, era la única solución. La duda de empleados infiltrados los alteraba, no indagaron más. Vino otro saqueo a casa. El banco donde trabajaba es grande, con muchas cajas y flujo de clientes. Está ubicado en Guadalajara. Era difícil tener control de la seguridad interna, del uso de celulares y de las personas que ingresaban y salían.
La consigna era que él informara sobre clientes que retiraban grandes cantidades de dinero
Quiso hablar con las personas que lo contactaban por mensajes y llamadas telefónicas, insistía en que no podía continuar delinquiendo. Llegó el tercer saqueo, las crisis nerviosas y ataques de pánico. No confiaba en nadie, menos en ir a denunciar a las autoridades ¿quién le aseguraba que dentro de las corporaciones no existieran más coludidos con los asaltantes? La locura y psicosis, sus únicos aliados. No pensaba deshacerse de su casa ni pensaba venderla, decidió dejar el trabajo confiando en no ser perseguido ni tener más consecuencias. Actualmente no es fácil que hable de lo sucedido. Acude aún a terapias psicológicas por el daño que le causaron y que sin querer, dice, causó.
La Fiscalía del Estado informó en octubre pasado de por lo menos 13 bandas dedicadas a robar a clientes bancarios. De enero a noviembre de 2019 se denunciaron 628 robos “conejeros”, 57 por mes.
En el Congreso de Jalisco se presentó la semana pasada la iniciativa de modificar el Código Penal para sancionar la complicidad en el robo, actualmente la pena va de seis meses a cinco años y se propone de cinco a nueve años de prisión.
Los datos que se confían a los bancos, ¿qué control tienen? ¿Quiénes los manejan? ¿Cuáles son los filtros de contratación de personal? ¿Quién les da seguimiento cuando se dan de baja? ¿Cuánto duran en los puestos? ¿Por qué se van?
¿Hasta dónde, pues, están infiltradas las bandas delictivas?