Gentrificación: ‘¿tú cómo la ves?’
Gentrificación es un lonche de chilaquiles bañado en frijoles, queso fresco y un brotecito de lenteja emplatado por 130 pesos en un café de la Colonia Americana de Guadalajara (caso real desembolsable).
Hace tiempo quiero escribir del tema y Claudia Delgadillo me dio el pretexto ideal. En una entrevista le preguntaron su opinión sobre la gentrificación en Jalisco: “Yo creo que es muy positivo, ¿tú cómo la ves?”, respondió claramente sin saber de qué hablaba.
Un ciudadano no tiene por qué saber qué es la gentrificación, pero un político debería. El término ha dado un salto al argot de movimientos vecinales en Guadalajara. Doña Mago, líder vecinal de Mexicaltzingo, se quejó conmigo hace poco de la gentrificación del barrio.
En 1964, la socióloga alemana Ruth Glass empleó el término gentrificación por primera vez. Lo usó para referirse al desplazamiento de la población de barrios obreros por la “invasión” de nuevos vecinos clasemedieros. Una forma de despojo.
Neil Smith, geógrafo gringo, consolidó el término en su texto “Hacia una teoría de la gentrificación. Un retorno a la ciudad por el capital, no por las personas” (1974). Lo definió como el proceso de convertir áreas populares en barrios de clase media a través de la vivienda.
El término se popularizó en años recientes. Su mejor descripción la encontramos en la transformación violenta que sufren colonias con fuerte identidad barrial como Mexicaltzingo, Santa Tere, La Normal o La Americana. Su recolonización elitista ha aumentado el costo de vida.
Primero el Gobierno rehabilita el espacio público (banquetas, concreto hidráulico, mobiliario urbano). Luego vienen los cambios de uso de suelo: las viejas construcciones adquiridas a precios atractivos por inmobiliarias dan paso a la “destrucción creativa” con torres de lujo.
Hay cuatro etapas para la gentrificación de un barrio: deterioro, destrucción, inversión y elitización. El Estado actúa como facilitador-regulador en vez de planificador-ejecutor. El mercado decide la transformación de la urbe con base en el lucro y la especulación.
La gentrificación impacta primero en el costo de la vivienda. Es más caro comprar y rentar. Sin nadie que regule el valor del suelo ni las rentas, estos “polos de desarrollo” expulsan a las clases más vulnerables hacia las periferias. Vivir dentro de Periférico es de “ricos”.
Los antiguos propietarios, seducidos por el boom inmobiliario, venden sus fincas o convenian para construir vivienda de lujo. Los caseros desplazan a los antiguos inquilinos para rentar a extranjeros o a población con mejores ingresos a precios más altos.
Airbnb también ha modificado el mercado de la vivienda y las rentas. Las inmobiliarias ahora construyen departamentos de 30 metros cuadrados para renta e inversión dirigidos a turistas y nómadas digitales (extranjeros que ganan en dólares, viven aquí, pero trabajan vía remota).
También impacta en los servicios cada vez más exclusivos. Estos espacios urbanos, sometidos a fuertes procesos de “branding”, sufren un "hamburguesamiento" con costos de vida más altos. Ahora un lonche de chilaquiles es “cool” y en vez de 20 pesos cuesta 130.
De estos fenómenos se derivan términos como gourmetización y turistificación. La vivienda es un negocio, no un derecho. La soberanía del consumidor y la rentabilidad mandan. La producción del espacio bajo una lógica capitalista. Mientras, el Estado atestigua y facilita.
La próxima vez que un candidato prometa bajar las rentas o impulsar vivienda barata -hay varios- debería tener claro este entramado. El problema no se soluciona por decreto o voluntad individual. Su complejidad aumenta justamente porque conjugan poder político y económico.
De esta manera impacta la gentrificación en Guadalajara, ¿tú cómo la ves?
jonathan.lomeli@informador.com.mx