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Gatell y San Pedro, en ese orden

Llegó el día que nadie hubiera querido. El doctor Gatell tocó las puertas del cielo y San Pedro lo entrevistó para ver si le dejaba entrar.
-Hugo, pensé que a los del Madrid no les interesaba venir por acá.
-Muchos en México querían mandarme al diablo, pero ya ves San Pedro, aquí estoy y con gusto te explico mis méritos para quedarme.
-Soy todo oídos, aunque me temo que es riesgoso decirte eso a ti, pues has mostrado que no paras de hablar sin decir gran cosa. Adelante.  
-Todos los días empecé puntual la conferencia de las siete.
-…
-El presidente me apreciaba mucho. Lo decía a cada rato.
-…
-Me aprendí los nombres de muchas reporteras.
-…
-Tuve paciencia en las entrevistas.
-…
San Pedro comienza a desesperar ante la vaguedad de Gatell.
-Mira, mejor yo te hago preguntas, a ver si así nos aclaramos. No recuerdo, Hugo, que nadie que no fuera el presidente López Obrador haya hablado más que tú en gobierno alguno. Vaya, hasta a Muñoz Ledo le ganaste. Desde el 29 de febrero tuviste una hora diaria cada noche, y participaciones semanales los martes en la mañanera. Dime: ¿qué comunicaste en cientos y cientos de horas hablando? ¿Qué dijiste que fuera relevante, o que ayudara a la gente? En pocas palabras, además de hablar sin freno, ¿hiciste algo bueno?  
-Siempre dijimos que SARS-Cov-2 sería una pandemia, y que las pandemias son in-con-men-su-ra-bles…
-Hombre, brujo. ¿Siempre eres así de sabelotodo, o nomás cuando quieres entrar a la eternidad? Te cambio la pregunta. ¿Cuál fue tu mensaje principal hacia los mexicanos?
-Que frente al COVID-19 el presidente López Obrador tenía una fuerza moral.
-¿Y eso cómo ayudó a los mexicanos?
-Esa fue mi labor. Apuntalar el liderazgo del presidente.
-¿Y hacia la población?
-Quédate en casa.
-¿Y no fue por eso que miles fallecieron? Porque tu mensaje sin matices hizo que la gente no distinguiera entre aislarse de manera preventiva y acudir oportuna, y no tardíamente, a recibir atención médica…
-Teníamos camas suficientes.
-Y demasiados muertos de sobra, Hugo. Tenías camas vacías pero también familias en duelo.
-Todos los días dimos las cifras de contagios y muertos.
-Cifras que eran parciales, inexactas y que terminaron comunicando nada. Una conferencia diaria durante meses y ni un mensaje claro. Lo tuyo fue llenar de ruido, no orientar.
-No, eso decían nuestros detractores. Pero nosotros siempre dijimos que iba a haber muchos muertos.
-La última vez que vi, tu cifra catastrófica iba a ser superada en 100%, y la pandemia seguía imparable. Nunca aplanaste la curva, no solo no dispusiste de pruebas sino que desechaste esa idea; tampoco escuchaste a otros expertos, nada de revisar la estrategia ni de aprender de experiencias alternas. Siempre te negaste a promover sin titubeos el cubrebocas.
-La evidencia no es conclusiv…
-¿Ves? Sabelotodo. Soberbio. Y de las vacunas que no se compraron en el sector Salud para otros males….
-Fue por la corrupción de los del pasado.
-Tú estuviste en esos otros gobiernos “del pasado” que sí aplicaron vacunas. Así que por partida doble no tienes excusa: si era necesario mejorar el sistema, tú no eras un recién llegado, por ello cómo explicas que haya desabasto.
-Vamos de acuerdo a lo planeado. Se quejan porque quitamos contratos.
-Los contagios ya sobrepasaron el millón.
-Eso es intrascendente.
-Exacto. Esa palabra te define Hugo. La indolencia frente a los enfermos y muertos te quitará no un lugar en el cielo, sino la posibilidad misma de ser recordado como alguien con espíritu de servicio y mínima humanidad. Por mí puedes seguir hablando cada noche, que al cabo no hay ahí nada digno qué escuchar. Y ya quita esa sonrisa, que solo tú te crees que eres bueno. 
 

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