Futbol femenil: una necesaria reivindicación
Una calurosa tarde de verano, 110 mil personas abarrotan el Estadio Azteca para ver a la Selección de México en una Final de Copa del Mundo. Ya sea presencialmente o en pantallas gigantes, ese sería el sueño de todo aficionado al balompié. Pero, ¿qué pasaría si le dijera que esto ya sucedió?
En septiembre de 1971, la Selección femenil de México disputó la Final del Mundial contra Dinamarca, en el mismo escenario donde un año atrás Pelé y Brasil se consagraban campeones del mundo por tercera vez en su historia. Aunque perdieron la Final, las mujeres lograron el reconocimiento popular de la época, con entradas de 80 mil a 110 mil personas para ver sus partidos, récords todavía no superados en la historia del futbol femenil.
Es necesario aclarar que aquella Copa del Mundo no fue un torneo oficial reconocido por la FIFA. Un grupo de empresarios encabezados por Martini, una marca italiana de bebidas, organizó el segundo Mundial de mujeres en nuestro país tras la primera experiencia en Italia, en 1970, donde México quedó en tercer lugar. Aunque sin el aval oficial de FIFA, ese campeonato fue la semilla que permitió cosechar, 20 años después, el primer Mundial de futbol oficial para mujeres en China.
Tras vencer a Argentina e Inglaterra en Fase de Grupos, las mexicanas dispusieron de Italia en Semifinales. Pero previo a la Final, solicitaron al Comité Organizador del Mundial un premio de dos millones de pesos por su buena actuación. Llegaron a plantearse no jugar la Final, pero finalmente lo hicieron pese a no conseguir la justa retribución por su trabajo.
Aquella reivindicación de nuestras ahora olvidadas pioneras del futbol femenil sigue sin ser plenamente atendida 48 años después. La ganadora del primer Balón de Oro a la mejor futbolista mujer del mundo en 2018, la noruega Ada Hegerberg, renunció a jugar el Mundial que en estos momentos se desarrolla en Francia, aduciendo diferencias salariales y profesionales respecto al equipo varonil de su país.
Aunque la lucha de Hegerberg motivó a la firma de un convenio de igualdad salarial entre hombres y mujeres futbolistas en Noruega, no fue suficiente para Ada, a quien los datos globales le dan la razón. La jugadora nórdica es la mejor pagada del mundo con 400 mil euros anuales en su actual club, Olympique de Lyon, mientras que un equivalente masculino, Cristiano Ronaldo, percibe 31 millones de euros de la Juventus, sin contar pagos extra por publicidad.
Estas desigualdades han llevado a las actuales campeonas mundiales, Estados Unidos, a demandar a su propia federación por “discriminación de género” dos veces, en 2016 y 2019. Entre otras denuncias, señalan la falta de reconocimiento por su calidad y logros. Mientras que las féminas lograron ganancias por 16 millones de dólares por ganar la Copa del Mundo en 2015, los varones provocaron pérdidas multimillonarias por no clasificarse al Mundial de Rusia.
La disparidad financiera entre hombres y mujeres se reflejan en el actual reparto de premios del Mundial de Francia 2019. Las campeonas del mundo recibirán un premio de cuatro millones de dólares, y la FIFA destina una bolsa de 50 millones de dólares a repartir entre las 24 Selecciones participantes. En contraparte Francia, mejor Selección masculina del mundo en 2018, recibió 38 millones de dólares y la bolsa total de premios del Mundial de Rusia superó los 400 millones de dólares.
El Mundial de Francia 2019 representa una buena oportunidad no sólo de captar más aficionados al futbol femenil en todo el mundo, sino de poner en escena las evidentes desigualdades con su contraparte masculina, y recordar el ejemplo de las pioneras de este deporte en México y el mundo. Las historias de las mexicanas subcampeonas del mundo o de la actual ganadora del Balón de Oro nos podrían llevar, en próximos años, a tener un futbol más igualitario e inclusivo entre hombres y mujeres, aunque todavía haya prejuicios que quieran mandar a las mujeres “a la cocina”.