Feminismo en un salón de danza
El ballet clásico es una materia extra curricular obligatoria para la mayoría de las niñas en este país. El ballet -he oído por ahí- te hace moverte de manera femenina: tierna, suave, etérea; el ballet deja al paso de los años una bella postura, el ballet es una disciplina que moldea el cuerpo a uno estéticamente bello (o aprobado).
El ballet puede ser muchas cosas, pero quien resiste a una carrera de bailarina o se forma por muchos años dentro de él, aprende a serlo todo, inclusive femenina y tierna y suave y etérea si lo busca.
El ballet clásico deforma (o no) el cuerpo humano para que usándolo como instrumento éste se eleve de manera que no se lastime. Hay que abrir la cadera porque cerrada no podrían alcanzarse las posiciones principales y sin estas no hay giro, salto, movimiento lento o rápido que vaya en sintonía tanto física como espiritualmente.
Dicen que los escritores tienen las letras, los músicos el sonido y los bailarines al cuerpo para poder emitir un mensaje y este generalmente exige una condición física y emocional muy fuerte sin ser rígida.
Con el paso de los años, gracias a la escuela cubana de danza hemos ido viendo que todos los cuerpos (estando bien enseñados) pueden bailar clásico, que todas las mujeres en el mundo pasando por un salón de clase de danza se convertirán en mujeres tesoneras, trabajadoras, disciplinadas y estas no son cualidades que necesariamente se les atribuyan a las mujeres tiernas y suaves.
Solo quien está cerca de una de ellas sabe los sacrificios qué hay que hacer para poder bailar profesionalmente. Solo quien está cerca de una de ellas ve la gloria reflejada en sus ojos después de una noche de función. Solo quien está cerca de una de ellas no ve un cuerpo deformado sino un instrumento que se afina día con día para poder comunicarse.
Las mujeres que bailan saben del valor de hacerlo con hombres como compañeros, saben y confían en su “partenaire” como una extensión de ellas mismas. El trabajo que se logra ahí dentro de un ensayo es en conjunto, el éxito de un “pas de deux” es de ambos. El feminismo vive en una academia o en una compañía porque se sabe que ambos géneros se necesitan y a partir de ello construyen con diálogo lo que cada uno requiere, se escuchan y avanzan.
Así que cuidado, por meter a una hija a que se “vuelva femenina”, tendrá una hija fuerte y segura o en vías de serlo.
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