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Felices hallazgos

La semana pasada fue la batuta de José Luis Castillo Rodríguez, especialista en el repertorio moderno y contemporáneo, con partituras de Stravinsky en el programa; ahora, la noche del jueves, fue Christian Vázquez, venezolano, joven (35 años), egresado del celebérrimo Sistema de Orquestas Infantiles y Juveniles de su país, con obras sinfónicas de compositores venezolanos cuasi contemporáneos en la agenda. En ambos casos, se trató de directores competentes, que supieron transmitir a la Orquesta Filarmónica de Jalisco (OFJ), y a través de ella al público, la intención, plasmada en sonidos, de los autores, y no sólo las notas que aparecen en el pentagrama; interpretar, pues, plenamente, el mensaje profundo y eterno de los compositores.

El cuarto programa de la Tercera Temporada 2019 de la OFJ volvió a tener buena respuesta de público: tres cuartos de la sala del Teatro Degollado. Fue, por lo demás, una velada de felices hallazgos: se abrió con Haroldo en Italia, Op. 16, de Berlioz, mucho menos conocida y celebrada que la Sinfonía Fantástica del mismo autor. En esta especie de sinfonía concertante fungió como solista la también joven violista española Isabel Villanueva.

Christian Vázquez, director huésped, consiguió una orquestación pulcra, que propició el lucimiento del instrumento solista, no obstante que su particella, exigente en todos aspectos, no parece tener las exuberancias virtuosísticas que seguramente esperaba Paganini al solicitársela a Berlioz. Isabel supo proyectar el espíritu de melancolía, gozo y bienestar del primer movimiento, el misticismo de la plegaria vespertina del segundo, el romanticismo de la serenata del tercero, y la alegría de la concluyente orgía de los bandidos, en que la viola casi desaparece, y obsequió la dulcísima Nana, de las Siete Canciones Populares  Españolas, de Falla, como encore.

En la Suite Margariteña, de Inocente Carreño, y la Suite sinfónica Santa Cruz de Pacairigua, de Evencio Castellanos, Christian Vázquez evidenció el dominio de partituras que le resultan, como venezolano, tan familiares como el Huapango o los Sones de Mariachi pudieran resultarle a un músico mexicano. Las intensas y armoniosas sonoridades de la primera y la riqueza cromática y la opulencia rítmica de la segunda tuvieron en el pódium, como ya se apuntó, un intérprete calificado, y la orquesta un conductor seguro, preciso y autorizado. La recompensa del público fue entusiasta.

El programa, como de costumbre, se repite este domingo, en la misma sala, a partir de las 12:30 horas. 

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