Federalismo vs centralismo democrático
El centralismo democrático es un concepto que acuñaron las organizaciones de masas de los años sesenta y setenta que supone que las discusiones se debaten democráticamente al interior del partido, pero una vez tomada la decisión todos deben alinearse en un solo cuerpo, verticalmente, en defensa de ella. La decisión o política en turno baja desde el poder central, sea del partido, el Gobierno o de ambos fundidos en una sola cosa. El sentido de cuerpo es lo que, en teoría, evita que las decisiones se descarrilen por intereses “ajenos”.
En nuevo centralismo que propone López Obrador tiene como objetivo económico un mejor uso de los recursos al evitar que los gobernadores metan mano. Parte de una idea, generalizada y generalizante, de que todo gobernador es por definición corrupto y que el Gobierno federal es, merced a su sola presencia, incorruptible. Sin embargo, el verdadero objetivo es político: el fortalecimiento del partido a través de la concentración de los recursos del erario. No es gratuito, mucho menos inocente, que la estructura de la administración central de los súper delegados es la misma que la del partido. Podríamos discutir si eso es o no una forma de corrupción, yo sostengo que sí, pero lo realmente trascendente es que estamos ante la construcción de un nuevo partido de Estado.
Anular el federalismo y la capacidad de decisión de los gobernadores tiene un efecto doblemente perverso. Por un lado, concentra el poder, lo cual es nocivo para cualquier democracia, pero sobre todo anula el debate, niega las diferencias regionales y establece una visión única desconociendo la diversidad.
La defensa del federalismo es mucho más que una cuestión de gobernadores rebeldes, llámese Alfaro en Jalisco o Corral en Chihuahua
El centralismo democrático que propone López Obrador es muy similar al que se aplicó en otros gobiernos de izquierda en América Latina con un resultado indeseable: se anuló el debate y la discusión interna. La obediencia, sustentada en la búsqueda de un proyecto moralmente superior, aniquiló las ideas. Vuelvo al texto de Rita Segato sobre la experiencia brasileña que cité el lunes: “Las consecuencias del personalismo extremo y de las decisiones en petit comité se hicieron visibles rápidamente. Aquel PT que se manifestaba en las calles y que era un mixto de movimiento social y partido político fue rápidamente descabezado, el movimiento social fue desestimulado y el partido político asalariado”.
La defensa del federalismo es mucho más que una cuestión de gobernadores rebeldes, llámese Alfaro en Jalisco o Corral en Chihuahua, o de asignaciones presupuestales. Lo que está en juego es la construcción -o no- de un nuevo partido de Estado y con ello la pérdida del debate, tanto el interno dentro del grupo gobernante, como de la diversidad de voces que viene de las distintas regiones del país.
(Mañana: Transformación del Estado vs transformación de la sociedad)
(diego.petersen@informador.com.mx)