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Fallarle a “Temaca”

Primera regla del político ansioso por subirse al tren: cuando eres candidato puedes –y debes– abrir la boca lo más grande que se pueda. Basta ponerte frente al micrófono y aventar lo que se te ocurra. Tú improvísale, champ, lo que importa es caer bien y llenar esas urnas de votos con tachas sobre tu bellísimo nombre y marca.

Ah, ¿no la crees? Mira, por allá por Nuevo León hubo un valiente adalid fosforescente que prometió un nuevo estadio para los Tigres… y ganó la elección. Acá en Guadalajara hubo un caudillo trepado en un corcel naranja que aseguró que, con su victoria, el Atlas bebería las mieles de un nuevo campeonato… y ganó la elección.

Tú aviéntate. Si luego no puedes cumplir, le echas la bolita al de atrás porque no hizo su chamba y te dejó un desmadre que llevará su tiempo arreglar. Esta última, por cierto, es la segunda regla del político ansioso por subirse al tren. Hazme caso.

Déjame te platico una historia que prueba este punto. Bueno, dos…

Cuando eras un bebé, allá por 2012, hubo un político en Jalisco que, entre miles de cosas, prometió que movería Cielo, Mar y Tierra para que la Presa El Zapotillo no inundara el poblado de Temacapulín. Todo, eso sí, a cambio de un valiosísimo sufragio efectivo. ¿Y qué crees? Pues ganó la elección.

En esa misma elección, un simpático y bonachón sujeto que compitió contra el que ganó también se atrevió a prometer algo así. “Tengo elementos para demostrar que, técnicamente, se puede reducir el tamaño de la cortina sin afectar la dimensión del proyecto. El Gobierno del Estado dice lo que quiere decir; inventan cualquier tipo de argumento con el pretexto de que tienen los conocimientos técnicos para justificar cualquier tropelía, como la de inundar Temacapulín, y eso no tiene justificación”, afirmó entonces.

Ajá, así lo dijo. Mira: https://www.informador.mx/Jalisco/Alfaro-en-pro-de-detener-El-Zapotillo-si-el-embalse-inunda-Temacapulin-20120424-0090.html.

Seis años después, y revitalizado con el poder de la “ola naranja” (en serio, así le dijeron), ese mismo personaje volvió a competir por la gubernatura de Jalisco. Y más o menos usando los mismos argumentos, ganó la elección.

La promesa tenía su dimensión, pues para entonces la obra ya tenía un avance considerable. Pero qué importa, no te pierdas: recuerda la regla 1.

Sucede que, por su ubicación, si la Presa El Zapotillo comienza a llenarse (en el caso de que haya agua suficiente, por supuesto), irremediablemente el Río Verde comenzará a inundar tres poblados de Los Altos de Jalisco: Acasico, Palmarejo, y Temacapulín. “Temaca”, para los compas.

Valientemente, la gente de allí se ha puesto los guantes con Emilio González, quien al menos no les prometió que los salvaría (de hecho, dijo todo lo contrario), y luego lo hizo con otros dos que, en campaña, se ciñeron al manual del político ansioso por subirse al tren y le hablaron bonito a los habitantes para ganarse aplausos y otras cosas que llenan de vigor a esa especie.

Pero esta semana, al gobernador más reciente, Enrique Alfaro, le tocó aplicar la vieja confiable: la Presa El Zapotillo no es mi bronca, es de la Federación. Que ya mejor ni le pregunten de eso, pidió.

Y, de hecho, tiene razón: el proyecto siempre estuvo en la cancha de la Comisión Nacional del Agua (Conagua), instancia que, por cierto, ha aplicado con gran maestría el nado de muertito durante esta laaaarga administración.

El problema está en que esa jurisdicción y alcance siempre han sido del conocimiento de las administraciones estatales en turno, quienes cínicamente han usado políticamente el tema para ganarse el puesto y, una vez con el poder de su lado, olvidarse de lo que dijeron.

Esta última, por cierto, es la tercera regla del político ansioso por subirse al tren: olvídate de todo lo que alguna vez dijiste ya que ganes la elección.

Y mientras tanto, “Temaca” mantiene los guantes puestos.

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