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FIL, el poder de escribir nuestra propia historia

La FIL y yo somos de la misma edad. Cuando nací, la Feria Internacional del Libro hacía sus pininos y yo crecí, de la mano de mi madre, yendo a mis primeros recorridos donde ella se hacía de sus libros con lista en mano, para todo el año. Pasó el tiempo, y por fuerza del natural ejemplo de ver a mamá siempre con un libro en mano, la costumbre me arrastró a hacer lo mismo. Hay rachas, me decían el otro día, donde se antoja más leer o está uno más ávido de vivir con esos amigos unos muertos y otros vivos, que a merced del mundo “real”. La FIL, por supuesto, que es una gran fiesta. Yo misma la he disfrutado a lo largo de mi vida y he conocido gente maravillosa, he asistido a memorables conciertos, y he aprendido una vida entera entre conferencias presenciales y ahora vía YouTube.

Toca hacer el apunte pertinente no solo hoy que la Feria Internacional del Libro más importante del mundo se la debemos al liderazgo absoluto y tesón del recientemente fallecido Raúl Padilla López. Pasarán los años y las nuevas generaciones quizá no conozcan este nombre, y aún lo importante será la continuación de la fiesta más grande que ofrece la ciudad cada año a finales de noviembre. La resistencia que esta feria tenga en adelante frente a los demás poderes será cuestión de la Universidad de Guadalajara y de sus cientos de empleados que pasan todo el año planeando justamente eso, una feria, un encuentro cultural en el que caben todos, pero no todos se animan a entrar.

Pero la verdadera fiesta que ocurre día con día es la lectura. Entre más pasa uno tiempo cambiando de páginas y viviendo en el que yo llamo “el verdadero mundo real”, más rápido se ubica uno en el otro mundo. La verdad y la ficción viven en las letras; el mundo posible y el que probablemente no sucedió están ahí. Los libros, a través de sus artistas y viceversa, nos hacen andar por el mundo con un poco más de calma, algo que no sucede con las películas. Por eso, tantas veces que un filme se ha inspirado en un texto, cuando hacemos el trabajo completo de leer primero (el texto) y luego ver la película, siempre falta algo.

Y es que, como dicen, el diablo está en los detalles. Quizá eso sean los libros para mí, para todos los lectores, la apreciación del detalle, del relato, de la futura o presente conversación que tenga uno con uno mismo o con el otro y que, en mi opinión, está en peligro de extinción y que solo la da la eterna curiosidad a la que uno se expone página a página sin saber qué es lo que nos espera a la vuelta de la esquina. La vida también es así, en un párrafo todo puede cambiar; de una página a otra, una familia, una pareja, los hijos, los padres, los Estados, están a merced de el que escribe su historia, del azar, de la imaginación y los sueños. Yo no sé, aunque sí lo sé, que no somos una sociedad lectora. Pero a mí me gustaría, invitar una vez más a recorrer los pasillos de nuestra FIL y librerías que operan de manera independiente todo el año, a oler sus libros y a imaginar mil mundos posibles para nuestra propia vida privada y para nosotros como entes sociales. Ahí en ellos están todas las claves, solo toca a uno afinar el lápiz y escribir la historia.

Que sea una gran FIL y un gran año para todos aquellos que a diario tocan puertas vendiendo y recomendando fantasías. A todos ellos y por la influencia que la feria ha dejado en la ciudad, larga vida y continuación de esa sólida institución.

argeliagf@informador.com.mx • @argelinapanyvina
 

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