El futuro se construye ahora
(Kamala Harris).
Las recientes elecciones nos han dejado algunos aprendizajes:
Primero. La sociedad, pueblo, masa, o como se designe al colectivo que formamos los seres humanos, tiene más peso, fuerza y valor del que los políticos, empresarios, intelectuales, líderes religiosos y población en general le acreditamos. El resultado electoral nos reconcilia con nosotros mismos, pues nos hemos demostrado que cuando caminamos unidos y con recta intención, estamos hechos para grandes empresas: “Juntos somos mucho más que dos”, diría Mario Benedetti. Ni fifís ni chairos, solo ciudadanos, orgullosos de nuestra pertenencia a una gran nación: México.
Segundo. Las clases medias son el fiel de la balanza. Los pobres siguen luchando por ascender en la pirámide social; los profesionistas, pequeños comerciantes, artesanos y demás integrantes del segmento medio aspiran, cuando menos, a conservar su estatus, y a los económicamente poderosos, un cambio radical no les preocupa: toman su avión y ¡hasta luego! Hace tres años, muchos clase-medieros hartos, desilusionados, lastimados por la corrupción y las mentiras, le dieron su confianza al Presidente. Hoy, por las mismas razones, se la retiraron, haciendo evidente que nuestro país necesita una nueva clase gobernante. Los jóvenes serán, sin duda, los constructores del futuro. Ojalá que no se desvíen ni confundan el honor que significa representar al pueblo con la ventaja que otorga un cargo político para llenarse los bolsillos con el oro público.
Tercero. Los partidos políticos, aun cuando conservan el monopolio de las candidaturas, han dejado de representar las aspiraciones sociales, entre otras razones, porque solo se representan a sí mismos y a sus intereses. Sin duda, los partidos seguirán siendo la vía de acceso a los cargos públicos, solo que si no abren las oportunidades a la participación de los jóvenes y premian el esfuerzo, la capacidad y el mérito en vez de la cortesanía, se quedarán más solos que un iceberg en la mitad del océano.
Cuarto. Si bien las ideologías, en mucho, han sido substituidas por un pragmatismo mal entendido, dos cosas siguen siendo muy importantes: la congruencia, es decir, la coincidencia de nuestros actos con nuestras palabras, y el compromiso social, la certidumbre que nos deben dar los políticos a los ciudadanos de que se conducirán con honestidad al atender nuestras peticiones y requerimientos.
Quinto. El desarrollo no es un milagro. Suecia, Estados Unidos, Francia, Inglaterra, Alemania, China o Japón no han llegado a donde están por arte y gracia del Espíritu Santo. No hay razas ni pueblos superiores: detrás de sus niveles de bienestar social, hay una larga historia de luchas, sacrificio y privaciones. Han construido instituciones, respetado la ley, castigado la impunidad, limitado sus ambiciones, han actuado con solidaridad y fortalecido su sentido de Patria y lo han hecho con amor, con mucho amor. Por nuestra parte, hace dos semanas dimos una muestra de lo que somos capaces: el futuro se construye ahora. ¡Tú decides! ¡Hombres y mujeres libres! ¿O siervos?
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