Esto ya valió
Nuestra ilusión oculta es que después venga alguien que entienda todo lo que se está perdiendo y con coraje y amor al país trate de ir recomponiéndolo con estrategia, voluntad y mucha inteligencia.
La política displicente, tolerante y amistosa del presidente López Obrador hacia ese cáncer que es el crimen organizado ha significado que día a día se vayan perdiendo territorios, espacios y actividades que con total impunidad van quedando en manos de esos mega malandros.
Ellos tienen poder, inteligencia y recursos (muchos recursos) y desde los grandes cárteles con proyección internacional hasta las banditas de traficantes han entendido las oportunidades económicas que involuntariamente les va dejando el presidente.
Dominan ya buena parte de la vida nacional, controlan grandes territorios y mueven actividades económicas a las que anteriormente no tenían acceso.
Es mucho lo perdido.
E insisto: existe la remota ilusión que quien quede en el cargo a la salida de López Obrador entienda que de seguir esta tendencia en poco tiempo habremos perdido todo el país, y que por ello se vea en la urgente necesidad de diseñar y ejecutar una estrategia para ir recuperando territorios y actividades, y en una paciente avanzada de años, quizás décadas, recupere México para quienes no comulgamos con el crimen organizado.
Vamos, hasta la formación cultural de muchos niños que viven inspirados por los narcos podría revertirse.
Pero hay actividades en las que han incursionado grupos del crimen organizado que están provocando daños que no tienen vuelta atrás, que son irrecuperables, y son las que tienen que ver con el medio ambiente.
Las facilidades otorgadas por el actual régimen han llevado a que los cárteles participen entusiastamente en actividades críticas como la tala irracional de árboles y la pesca en nuestros mares.
En el caso de la tala, al encontrar que la madera es un muy buen negocio, están devastando bosques enteros a una velocidad infinitamente superior a la de una posible recuperación de esos ecosistemas y nuestro otrora arbolado país se va convirtiendo en desierto.
La tala ocurre ya a la luz del día sin que autoridad alguna se preocupe y ocupe por frenarla.
Recuperar esos bosques por el complejo sistema que significa su supervivencia es imposible.
Y en el caso de la pesca, los malandros dominan desde la pesca casi artesanal de las riveras y las costas hasta la gran pesca industrializada de aguas profundas. Sin lógica alguna están arrasando con especies que por tener comercio en mercados tan exóticos como China o un submundo en Estados Unidos están a punto de hacer desaparecer y que milagrosamente habían sobrevivido.
Una vez que este señor de Palacio Nacional se haya ido esta será una de las facturas más gordas en su contra y no habrá poder humano que pueda cobrarla.
Pablo Latapí
platapi@hotmail.com