Espera y esperanza
A pasos acelerados avanza el tiempo; y de pronto nos encontramos con que ya viene llegando la Navidad. Un tiempo especial que llega cada año y en el cual se aviva la Esperanza y ciertamente esperamos muchas cosas.
Ciertamente la expectativa de un año que concluye, y que por momentos, en unos cuantos días se nos va, es hasta cierto punto simbólico, pero también muy real a niveles mucho más íntimos y profundos del ser de cada persona.
Lo verdaderamente cierto es que si ponemos nuestra esperanza en cosas materiales, muy probablemente nos sentiremos defraudados, y si esperamos algo que nos llegará a través de otras personas, esto será muy relativo… porque entre el pensar y el sentir de cada uno puede haber una distancia enorme.
Si esperamos del gobierno, siempre quedaremos frustrados, porque nunca será posible llenar todas las expectativas, menos aún cuando hay tantos y tantos intereses de por medio.
Ahora bien, lo que esperamos de nosotros mismos tiene también matices muy ambivalentes, porque no siempre lo que queremos está a nuestro alcance y muchas veces ni siquiera sabemos bien a bien lo que queremos..
Y hay otras esperanzas que podemos pretender de la vida, de la casualidad o de la suerte
Pero lo que esperamos de Dios sólo puede darse en lo más íntimo de nuestro ser y esa sí podemos llamarla “Esperanza” con mayúscula, porque es allí donde se suceden verdaderas realidades del ser humano, no las que se quedan en lo externo o en lo puramente humano o a nivel físico.
Es allí donde vivimos lo que satisface de verdad y lo que es más auténtico y durable. Por eso quienes esperan alegría, felicidad, paz están más cerca de lograr que se cumpla lo que esperan…
Y si todo esto lo esperamos de Dios, se lo pedimos con fe, y ponemos nuestro mínimo %, sin duda lograremos lo que esperamos.
Pero si nuestras esperanzas son pequeñitas, si nos contentamos con lo que vamos a conseguir en “Las Posadas”, con un rato de fiesta o en una Cena sabrosa… eso vamos a recibir.
En cambio si nuestra Esperanza es grande, si tenemos anhelos sublimes, si miramos tan alto como hasta lograr ver el cielo… entonces sin duda las manos se nos van a llenar de regalos que no se acaban, de alegrías que perduran, de felicidad sin fin.
Por eso “Las Posadas” nos recuerdan que la vida es un camino y que no vamos solos, que podemos hacernos ayudar de ejemplos sublimes y que al final podemos llegar a una meta que aunque no sea fácil, nos llenará de infinita satisfacción, porque allí encontraremos a Dios; y no un Dios imponente, que atemoriza, sino tan tierno como un Niño recién nacido.