Ideas

Espejo

Ver las calles de violeta y verde el pasado ocho de marzo me hizo pensar en qué colores pensamos y sentimos. Por un momento me pregunté qué observan aquellos que militan en los partidos políticos amarillos, naranjas, tricolores, blanquiazules y todos los que forman parte de nuestra democracia, si acaso están observando el abanico cromático que hoy manifiesta México ya sea por violencia de género, por intolerancia a la diversidad sexual o por los desaparecidos y tomar acción al respecto.

En ese mosaico viviente que recorrió las avenidas y se manifestó en los Centros Históricos del país la semana pasada coincidieron muchas mujeres, de todas las edades, que al unísono mostraron el valor y el poder de la sororidad, un concepto para muchos indiferente y que en el diccionario de la Real Academia Española se incluyó apenas hace cuatro años, pero que cada vez tiene más peso en las mesas de diálogo como amalgama política que une consciencias en las sociedades.

Y es que la sororidad que existe entre madres e hijas, entre hermanas o entre mujeres desconocidas que se ven en el espejo de otras y permiten que esas otras se vean en el suyo es el resultado de saber que tienen un objetivo común y que, sin conocerse, pueden crear vínculos y alianzas para hacerse escuchar, para clamar justicia, para crear colectivos, para buscar desaparecidos, para mostrarle al mundo que no importa cuánto tiempo pase, cuando ellas hablan los gobiernos callan y tiemblan. 

Esa sororidad que gana los titulares el nueve de marzo, luego de las manifestaciones, de los discursos y de los estragos, es la que debemos fomentar bajo nuestro techo, a nuestras hijas e hijos, para hacerles saber que esas mujeres que salen a las calles buscan un cambio también para todas aquellas que no lo hacen, que sus consignas son el resultado de las deudas que las autoridades tienen pendientes durante los 365 días anteriores. Es por ello que año con año los estragos son menos aunque las cifras de feminicidios sean más alarmantes.

Quizá esa sororidad en movimiento deje de ser noticia cuando las manifestaciones se apaguen, cuando las respuestas en las Fiscalías sean una obligación mañanera, cuando los feminicidas, los agresores y los depredadores reciban la sentencia correspondiente y las víctimas y sus familias dejen de tomar las calles recordándole al gobierno su indolencia. 

Quizá el país deje de teñir sus calles de colores cuando llegue la transformación anunciada, la que haría el cambio que México esperaba y que está en marcha desde el mismo 2018 en que la sororidad llegó al diccionario; sin embargo, mientras llega ese día, el feminismo se afianza como una fuerza política que se manifiesta los 365 días del año y que no dará un paso atrás en su camino hacia una equidad cada vez más cercana.

puntociego@mail.com

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