Ideas

Escribir como principiante y evitar al enemigo

Para escribir conscientemente un texto que dé la impresión de estar escrito por un principiante con una sintaxis imprecisa, una puntuación vacilante, una profusión de obviedades, dichos y lugares comunes, se necesita, además de ser erudito, tener sentido del humor y una seguridad en el oficio como la que tuvo James Joyce hace un siglo para escribir el capítulo XVI de Ulises, cuando se supone que era la una de la mañana del viernes 17 de junio de 1904, al final de la travesía de Leopoldo Bloom por Dublín, tal como fue estructurada esa obra con diecisiete capítulos y un ancore deslumbrante en donde leemos el flujo del inconsciente -sin puntuación- de Molly, la esposa de Leopoldo. 

Esa noche, el joven Stephen Dedalus no sabe dónde va a dormir y Leopoldo Bloom ha estado posponiendo la hora de llegar a su casa para evitar encontrar despierta a su mujer, “al enemigo”, como les decían en Guadalajara a las esposas o, en el peor de los casos, ver restos del encuentro que tuvo Molly con su amante.

Leopoldo trata a Stephen como si fuera su hijo. Los dos venían de un burdel y estaban con el estómago vacío, así que, los vemos caminar rumbo al alberge del cochero, una fonda de quinta en donde llegan “los caleseros, noctívagos, bergantes y marineros con licencia para comer, aunque fuese un pan duro con un café que sabe a rayos”, escala técnica, antes de irse a la casa de Bloom.

La lectura de Ulises la he hecho en la traducción de María Luisa Venegas Lagüéns y Francisco García Tortosa publicada por Cátedra, Letras Universales en el 2022. En ninguno de los quince capítulos anteriores había leído esto como si fuera escrito por un principiante:

“La mirada cauta medio solícita medio curiosa por la simpatía que echó a la expresión de Stephen de rasgos por el momento morosos no es que arrojara luz alguna, ninguna en absoluto de hecho en lo que se refiere al problema de si se había dejado embaucar de mala manera a juzgar por dos o tres observaciones desanimadas que había dejado caer o por el contrario había visto de parte a parte todo el asunto y por un motivo u otro que sólo él conocía había dejado que las cosas siguieran como estaban…”.

No sólo hay que tener buen oído y memoria sino hay que ser un experto en gramática y ortografía para poder transgredir sutilmente para que las oraciones parezcan que nos pisan los talones, desarticuladas, con varios temas enrollados al garete -nada que ver con lo que hizo Proust En busca del tiempo perdido, escrito y publicado en siete volúmenes, cuatro de ellos que ya estaban circulando en 1922, el mismo año que Joyce publicó esta obra.

En este capítulo estamos en una fonda miserable en donde, entre otros personajes, está un deleznable ser que dice ser marinero con licencia cuando, más bien, Leopoldo y Stephan intuyen que no había sido tal, sino que, después de haber escuchado la narración que hace del asesinato de un hombre en Italia, al que le clavan un cuchillo en la espalda, los dos -y con ellos también nosotros- nos damos cuenta que el susodicho marinero había sido el asesino y que, en lugar de haber navegado por los mares, había estado encerrado en la cárcel: 

“Podía incluso -pensó Bloom- haber liquidado a su hombre suponiendo que hubiera contado su propio caso, tal como la gente le gusta contar cosas de otros, a saber, que lo mató él mismo y había servido sus cuatro o cinco hermosos años en prisión…”.

Ulises es una obra mayor en muchos sentidos en donde Joyce muestra un dominio absoluto de su estructura y del lenguaje, tal como nos hemos dado cuenta ahora que hemos terminado de leerlo.

La jiribilla en este capítulo y el vocabulario que usan los parroquianos da la impresión de que es una obra dentro de la obra publicada hace un siglo, convertida en el parangón de la literatura moderna. 

Nota: por razones económicas y de fuerza mayor, dejaré de publicar mi nota sabatina a partir de hoy. Gracias por haber compartido ideas y locuras los últimos veinte años.

malba99@yahoo.com

Síguenos en

Temas

Sigue navegando