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Es un asesinato institucionalizado

En las últimas semanas Gavin Newsom, gobernador de California, ha recurrido a California Highway Patrol (CHP) -Patrulla de Caminos- para decomisar el tráfico de pastillas de fentanilo en San Francisco, una de las ciudades más afectadas por el alto consumo de droga. En el último reporte -emitido la semana pasada- se habla 346 operativos, que dieron como resultado la incautación total de 4 kilos de fentanilo -que parece poco-, que procesados y a la venta en la calle son capaces de matar a 2 millones de personas o sea, tres veces más que la población de esa ciudad icónica del área de la bahía.

El problema, no solo es de salud. Como consecuencia de la alta demanda de drogas que existe en el norte de California, se ha disparado el número de desamparados en las calles, aumentado los hechos delictivos, ahuyentando el turismo -el principal ingreso de la ciudad- y afectando al comercio organizado. La semana anterior Westfield, el centro comercial más grande del centro de San Francisco, anunció que cederá el control de la administración, sumándose a la salida de importantes empresas y minoristas de la ciudad, obligando Nordstrom -la tienda más grande del complejo- a cerrar sus puertas a partir de agosto próximo.

Pero el problema no es propio de San Francisco. En todo el país las muertes por sobredosis en general se han duplicado en los últimos años y solamente el año pasado superaron la cifra de 160,000, y de ese universo, el 66 por ciento son provocadas por el fentanilo.

En el ‘diálogo’ entre Estados Unidos y México, ellos nos acusan de producirlo y desde Palacio Nacional se niega que seamos los culpables. Pero ese no es el tema, la realidad es que en nuestro país tenemos una distribución ilegal, consumo elevado y riesgos severos como consecuencia.

El pasado 14 de junio, el periódico Los Angeles Times con un gran titular destacaba “Fentanyl-tainted pills now found in Mexican pharmacies from coast to coast -Píldoras contaminadas con fentanilo ahora se encuentran en farmacias mexicanas de costa a acosta-”. Durante cinco viajes a Mexico -en  cuatro meses-, los reporteros del Times compararon en farmacias legales y analizaron 55 pastillas de 29 negocios en ocho ciudades -desde Tulum, Quintana Roo, hasta Tijuana, Baja California Norte, encontrando que más del 50 por ciento -28 de las píldoras- que se vendían como antibióticos eran falsificadas. Un 33 por ciento de los analgésicos -15 de 40- dieron positivo para fentanilo.

En el reporte de investigación se dice que “no solo las píldoras sueltas están mezcladas con sustancias peligrosas, sino que a veces botellas enteras parecen selladas de fábrica. Y el problema no se limita a un área: está ocurriendo en puntos turísticos de todo el país, desde la frontera de California hasta la península de Yucatán, y desde el extremo sur de Texas hasta la costa del Pacifico. Algunas píldoras procedían de farmacias en destinos costeros como Playa del Carmen, Cozumel, Los Cabos y Puerto Vallarta. Otras se compraron en Tijuana y Puerto Progreso, ciudades fronterizas con sectores de turismo médico y farmacéutico en auge”.

Por parte del gobierno mexicano no ha habido respuesta -dice el diario angelino-, a pesar de los esfuerzos de Los Angeles Times de conocer su punto de vista sobre los hallazgos de la investigación. “Esto es simplemente terrible, muestra una total falta de control en las farmacias”, comentó al periodico Felbab-Brown, investigadora principal del Instituto Brooking, dedicado a estudiar los carteles de la droga en México. “Es un asesinato institucionalizado”, agregó. ¿Usted, qué opina?

daniel.rodriguez@dbhub.net

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