Ideas

Es hora

Con altibajos y pausas, estamos justo a un sexenio de que se cumplan 200 años de la Constitución de la primera república federal de los Estados Unidos Mexicanos. En las celebraciones que definieron los liberales a lo largo del siglo XIX y los gobiernos autoritarios del XX, por no hablar del desastre en lo que va del siglo XXI, ese momento de nuestra historia no ha sido destacado.

Escasamente referido, como duró tan poco, ha pasado a la historia como uno de los primeros fracasos y, eso sí, ha dado pie para insistir en la casi eterna división de la clase política mexicana en buenos y malos, liberales y conservadores, yorkinos y escoceses, borbonistas, iturbidistas, santannistas… en fin, facciones, facciones, facciones y traiciones al por mayor.

Sin embargo, los años 1823 y 1824 en la historia de nuestro país, específicamente, han sido muy mal juzgados. En ese bienio, entre la caída del imperio de Iturbide y la primera república federal, hubo políticos mexicanos de la América septentrional o del Anáhuac que se plantaron y enfrentaron grandes desafíos.

A la situación económica crítica heredada de la Colonia (cualquier parecido con la realidad, guardadas las proporciones, es mera coincidencia) había que sumar las condiciones en las que había quedado el territorio y la sociedad luego de 11 años de guerra feroz, entre medio y un millón de muertos según diversas cuentas, en un país con siete millones de habitantes en 1822 (el dato lo dio Agustín de Iturbide) y dividido por diferentes aspectos, muy complejos, considerando que terminaba un modo de vida que se había prolongado por tres siglos, y empezaba otro, nuevo, incierto, para algunos esperanzador, para otros oscuro.

En el grupo en el poder, entre quienes quedaron al frente de la nación en ciernes, había un partido a favor del federalismo y otro del centralismo. Las discusiones y arengas de la época son por demás interesantes y es claro que no luchaban por el poder en sí mismo, no trataban de llegar a como diera lugar para favorecer sus intereses y de sus allegados, como ahora; entonces peleaban porque cada bando estaba convencido de que su proyecto de nación era el mejor para México. Es muy común que tratemos de juzgar o juzguemos de plano con los valores actuales, con la realidad de hoy y no aplica.

Estos hombres aplacaron revueltas, intentos separatistas y se las ingeniaron junto con la gente que continuó con sus actividades cotidianas para mantener a esta gran nación en pie cuando estuvimos a un tris de desmoronarnos; tomaron las decisiones que creyeron correctas y se relacionaron con agentes externos que ofrecieron ayuda no exenta de intereses. Sí, hubo errores y aciertos pero pese a todos los pronósticos en contra, la república federal se constituyó y henos aquí, casi a 200 años de distancia de aquellos momentos complejos, caóticos, revueltos… Los hombres y mujeres de entonces fueron protagonistas y testigos de un cambio de época, pero en el devenir de los acontecimientos nadie o casi nadie tiene esa perspectiva.

Fue difícil, muy. Entre 1821 y 1825 se mantuvo un sitio español en San Juan de Ulúa con el propósito de iniciar la reconquista de México; hubo otros intentos y conspiraciones, pero, por ejemplo, Guadalupe Victoria, en la época, con todas estas circunstancias apenas enumeradas (y no fueron las únicas, además hubo dos años de sequía de 1826 a 1828), completó los cuatro años de su mandato y después fue senador. Victoria, por cierto, fue nombrado Benemérito de la Patria junto con Vicente Guerrero, en vida, antes de que asumiera como el primer Presidente de México y no ha sido de los héroes favoritos de quienes han manipulado la historia, pese a que por él y Guerrero, la guerra de independencia continuó.

Tiempos complejos, sin duda, como los que vivimos ahora. No hay algún aniversario cercano, pero traigo este tema para llamar la atención sobre acontecimientos de nuestra historia que deberían ser motivo de orgullo y no de vergüenza; sobre la existencia de hombres y mujeres que han puesto al país en primer lugar, que han dado la vida por él, que han creído y aportado ideas y proyectos con buenas intenciones, con el ob  jetivo siempre de conducir a México a niveles superiores de desarrollo para que ocupe su lugar en el concierto de las naciones.

Es hora de sumar, de fortalecer nuestra capacidad de determinación y hacer acopio de generosidad para que nos vaya bien a partir de hoy, de este primer día de diciembre de 2018. Nos tiene que ir bien a todos y depende de todos, no es tarea de un solo hombre ni de un partido.

Es tiempo de desterrar la mezquindad que ha caracterizado a la clase política mexicana de las últimas décadas porque han privilegiado sus intereses por encima del interés superior de la nación y con la que han contagiado con mala fe a muchos mexicanos de buena fe. Nos toca a todos: a los servidores públicos dejar de lado soberbia y prepotencia; a los ciudadanos cumplir, participar y cuestionar lo que no se haga correctamente; al Gobierno escuchar, corregir, actuar; y trabajar todos juntos por México. Es posible y ya es hora.

(lauracastro05@gmail.com)

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