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Entre la queja y el reclamo 2

Hay una ligera pero contundente diferencia entre la queja y el reclamo. Una es necesaria al grado de qué hay que ejercitar tanto ser buzón de ellas, como emisario de las mismas. Lo otro, el reclamo, es más bien un tipo de lloriqueo que tiende a hundir a todas las partes por medio de la manipulación y el control.

Quejarse es manifestar con asertividad que algo no funciona, buscando, en la acción de hacerlo, encontrar una solución a esta molestia. Quejarse es una práctica importante, es una manera productiva de liberar enojo, frustración o maltrato. Hay que aprender a hacerlo y hay que enseñar a hacerlo también. Los niños, cuando se sienten en confianza, se quejan abiertamente cuando algún plato de mamá no les gusta. Nosotras las mamás, deberíamos de poder aceptarlo en calma y preguntando -sin tomarnos personal el asunto-, cómo podríamos mejorarlo la próxima vez. Si es que Enriquito sólo está manifestado su precario paladar y falta de gusto, habríamos de hacer una estrategia para que el nene pueda ir aceptando nuevos sabores y así ganar entre todos. Para ejercitar la queja hay que primero (en mi humilde opinión), aprender a quejarse de uno mismo. El buen juez por su casa empieza y hay que analizarse, verse al espejo para atender todo aquello que no nos esté funcionando. La cosa es hacerlo desde la tranquilidad de que todo tiene mejoría y de que si no la tiene, por lo menos se hace lo que se puede. La voluntad, acá y en todo, juega un tremendo papel. Para recibir la queja hay que domar al diablito que nos susurra al oído que nosotros poco nos equivocamos y que cuando lo hacemos, casi no se nota. Recomiendo ampliamente el asunto de voltearse a ver al espejo y aprender -en serio- a escuchar.

En tanto que podríamos seguir hablando de la queja, quisiera decir que el reclamo viene desde otro lugar: ahí donde la falta o falla de otro nos pudo haber provocado y que genera deuda. Una queja reprimida puede convertirse en un enfermo y ponzoñoso reclamo en el futuro. (El reclamo), suele confundirse con la queja, sobre todo, se le confunde a la gente que no admite la otredad, que hay gente que piensa, siente y opera distinto. El reclamo o lloriqueo es profundamente vil, controlador y manipulador, utiliza las emociones más primarias y se ancla en el sufrimiento. El dolor, como hemos leído por ahí, es natural. El sufrimiento es opcional. Regodearse en una seudo petición sin buscar nada más que el beneficio personal es, en contraparte de la queja, lo que provoca el desmoronamiento de un argumento o de una real petición.

Quejarse de que el Gobierno de Jalisco se queda con 50 centavos del Tren, me parece de lo más válido. Quejarse también de la inseguridad, de la falta de rigor en la formación académica artística que le dan a los niños desde los programas sociales, del desperdicio de dinero en “performances” pagados por SC de “danza” contemporánea, del poco valor que le dieron en el sexenio a las artes escénicas y a la música, de no haber producido una sola ópera en seis largos años, son acciones válidas. Tenemos derecho a hacerlo porque trabajamos desde trincheras de manera incansable y porque vemos y veremos cómo se logró muy poco, en comparación de todo lo que perdimos.

De recibir quejas, de eso sí nunca aprendió el gobierno del estado, que tomó por lloriqueo lo que legítimamente la sociedad le demandó por tantos años…

Ahora si que ya ni llorar es bueno.

argeliagf@informador.com.mx • @argelinapanyvina

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