Entonces, cómo vamos
El texto siguiente es la introducción del Reporte de Incidencia Delictiva, Jalisco, anual 2023, que presentan Jalisco Cómo Vamos y el Observatorio Nacional Ciudadano. Se puede consultar en: https://bit.ly/jcv-onc-anual-2023
Las condiciones de la seguridad pública tienen distintos reflejos, dos son centrales: los hechos de violencia que cometen los delincuentes y que desembocan en víctimas, de toda índole de crímenes, y en la percepción de inseguridad, el temor que aqueja a la gente, llevándola a modificar sus rutinas, a gastar en protección y a perder la confianza en los gobernantes e incluso en su entorno social. Otra de las reverberaciones es la estadística, la de los delitos; cuántos, de qué tipo, en dónde, contra quién, y de ahí: la de la impunidad.
Así, en teoría, a la afirmación: en seguridad estamos mal, deberían seguir los datos que la apuntalen o que maticen eso que para las autoridades es “sólo percepción”, con lo que dejan implícito que ese sentir generalizado no corresponde con la realidad; y entonces, la estadística cumple la función que los gobiernos prefieren: ser soporte de lo bien que hacen su trabajo, sobre todo a partir de la interpretación que hacen de las cifras que presentan.
Es importante considerar que salvo algunas excepciones (por ejemplo, el ejercicio que hace Inegi a partir de las actas de defunción para determinar los homicidios dolosos) los datos de los que las organizaciones de la sociedad civil como el Observatorio Nacional Ciudadano (ONC) y Jalisco Cómo Vamos (JCV) se valen, tienen como fuente el acumulado del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, que a su vez los recibe de las fiscalías de los Estados, que se basan en las carpetas de investigación abiertas por los agentes del Ministerio Público, ya sea por oficio, como con los homicidios dolosos, o por denuncia, que representan la mayoría de las carpetas.
De este modo, tenemos en diálogo, en el mejor de los casos, dos realidades: la de la gente en su vida cotidiana y la de las autoridades y gobernantes edificada con cierta manera de entender la agregación de incidencias delictivas; y en el peor, no es un dialogar, sino un enfrentamiento abierto, a partir de posturas polares: vamos mal, los criminales se están imponiendo vs. no pasa tanto, o de plano: no pasa nada.
Esto tiene efectos en la forma afrontar las soluciones: si para las y los responsables de la seguridad, en los tres órdenes de gobierno, sus estrategias llevan a resultados esperanzadores, difícilmente entenderán y atenderán lo que a escala de la calle y del campo los ciudadanos saben que sucede todos los días, y hay que decirlo: a despecho de la estadística.
Lo anterior es la extensa introducción para expresar el sentido que tienen los reportes que el ONC y JCV presentamos trimestral y anualmente. En este caso: el anual para 2023.
Una de las rutas para que los números apunten al destino que prefieren los gobernantes, es la de buscar las temporalidades que exhiban la tendencia que les conviene, la de sus discursos. De ahí que, en esta ocasión incluyamos, a manera de complemento, series de tiempo más largas, de 2019 a 2023, y que además hagamos comparativos de seis municipios del Área Metropolitana de Guadalajara, con todo y la riqueza que la metodología del ONC tiene al mostrar los datos de las 125 demarcaciones que integran a Jalisco, tomar como muestra a Guadalajara, Zapopan, Tlaquepaque, Tlajomulco, Tonalá y el Salto, permite abarcar de un sólo golpe de vista el Estado de la cuestión, en los sitios más poblados del Estado.
Tomemos las dos vertientes de homicidio que contempla el Reporte. En 2019 la tasa de homicidios dolosos fue 25.10 y desde entonces ha bajado consistentemente, hasta llegar a 17.09. Nada mal, la disminución, aunque 17.09 sigue siendo alto. Por otro lado, con el homicidio culposo ocurre al revés: en 2019 la tasa fue de 8.67 y no ha hecho sino elevarse, en 2023 fue 12.09; si respecto a esta cifra nos conformáramos con compararla con el dato de 2022, podríamos despistarnos, pues fue 12.22, es decir: bajó, unas décimas, pero bajó.
Otro tanto ocurre con el narcomenudeo. En nuestra serie, que inicia en 2019, la tasa fue 20.65, en 2023, 20.07, ¡otra reducción! Algunos podrían exclamar. Excepto que al ver el resto de los años el comportamiento es errático y definitivamente no corresponde con lo que constatamos en el día a día con la venta de drogas: en 2020 la tasa fue 12.73, significativamente menor que el año previo, aunque en 2021 subió a 13.43 y en 2022 llegó a 15.51 ¿A qué se debe esto? ¿A la acción y luego a la súbita inacción de las autoridades? ¿A que al final el narcomenudeo depende un mercado y de una disputa por el control territorial de las bandas de criminales?
En violación, mejor dicho: en las violaciones que se denuncian, también observamos crecimiento de 2019 a 2023.
En el resto de los delitos contenidos en el Reporte hay bajas consistentes, en las tasas y en las carpetas, es decir, otra vez: en la cantidad de denuncias.
Para nosotros, es claro, lo hemos publicado en estos reportes: la estadística es apenas una de las puertas de entrada del fenómeno de la violencia y la delincuencia. Las explicaciones aún aguardan su turno, y con ellas: el auténtico combate a la inseguridad que, dicho sea de paso, por algo real y tangible es el problema más sentido por la gente.
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