Enrique Alfaro: ¿cómo será un Jalisco naranja?
La jornada electoral del 1 de julio es histórica. Así de simple. Analizar los resultados federales y estatales llevará días, pero hay líneas generales que marcan futuro de modo evidente.
En Jalisco se abre un franco período de dominio político de Movimiento Ciudadano (MC), que también puede llamarse alfarismo sin ninguna duda. El jefe político indiscutible del Estado será Enrique Alfaro Ramírez, gobernador a partir del 1 de diciembre. Y de hecho, impondrá desde antes sus condiciones para la toma de decisiones, pues la administración del mandatario Aristóteles Sandoval Díaz queda prácticamente relegada.
Eso no significa necesariamente algo negativo; puede ser sinónimo de certeza. Los grupos empresariales en el Estado así lo asumen. La apuesta mayoritaria fue con Alfaro y el resultado electoral les satisface.
El triunfo total de los candidatos alfaristas en los nueve municipios del Área Metropolitana de Guadalajara aumenta, igualmente, la influencia del siguiente gobernador.
El escenario es igual en el Congreso del Estado: la bancada mayoritaria de diputados será de los naranjas. A eso hay que añadir el acuerdo que existe con el grupo político de la Universidad de Guadalajara y la cercanía, ya añeja, con el Partido Acción Nacional (PAN). La conformación definitiva del Poder Legislativo estatal aún no está concluida, pero habrá una cómoda mayoría para el alfarismo. Es más, los diputados que obtenga el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) casi no pueden contar como de oposición, pues el partido político de Andrés Manuel López Obrador está totalmente desestructurado en el Estado; mientras se construyen, sus diputados se manejarán en modo individual.
Jalisco se pinta de naranja. Jalisco es, políticamente, alfarista.
El nuevo gobernador tiene la mesa servida, sin resistencia, para aplicar lo que anunció durante la campaña: una refundación.
El camino, sin embargo, será largo. Sus propuestas se interpretan de muchas maneras todavía.
Hay asuntos de claridad meridiana, como la nueva Línea del Tren Ligero y la eliminación de los autogobiernos en los centros penitenciarios. En eso no cabe la confusión, aunque falta, eso sí, la asignación de los trabajos correspondientes.
Pero hay otras cosas que requerirán amplia discusión, como una nueva Constitución para el Estado, que definirá el concepto de refundación que tanto repitió Alfaro mientras fue candidato. ¿El nuevo documento definirá un proyecto para rehacer completamente la estructura del Poder Judicial de Jalisco? ¿Se renovarán completamente magistrados y jueces?
Y queda pendiente también el tema de la Fiscalía, su añorada independencia y su estructura. Cabe decirlo: se antoja muy difícil que un gobernador con un espacio de poder tan extendido, aplique los mecanismos legales y operativos suficientes para dejar en libertad al fiscal, primer responsable de procurar la aplicación de la ley, hacer investigaciones y proponer castigos ante la justicia.
Obviamente, quedan pendientes los temas que siempre son urgentes: educación pública, salud, Gobierno eficiente, obra pública. El nuevo gobernador hizo un listado muy largo de compromisos y hay que revisar su cumplimiento.
Y está el tema de la relación con el Gobierno de la República.
Dijo Alfaro: diálogo con López Obrador, el nuevo Presidente, pero no sometimiento.
¿Son conflictos futuros? Empezaremos a ver qué significa un Jalisco naranja.